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¿Qué somos capaces de hacer por nuestras mascotas? 

Por Jacqueline Guzmán, Directora de GenV en Argentina

Cada 29 de abril en Argentina celebramos el día del animal y es una buena ocasión para recordar el cariño que sentimos por aquellos animales con quienes compartimos nuestra vida. Aquellos perros y gatos que forman parte incluso de nuestra familia y a quienes consideramos parte fundamental de nuestra cotidianeidad. Es también un buen momento para preguntarnos: ¿qué tipo de relación tenemos con ellos? ¿Qué lugar ocupan en nuestra vida? ¿Cuál es el vínculo que tenemos como sociedad con perros y gatos? ¿Y con el resto de los animales?

Nuestras mascotas, o mejor dicho, animales de compañía, son aquellos seres con quienes decidimos compartir nuestros días. En muchos casos, forman parte de nuestra familia, los consideramos nuestros hijos, y los acompañamos hasta el final de sus días. Esto significa que podemos establecer vínculos similares a aquellos que establecemos con el resto de los seres humanos, es decir, de gran significancia para nuestra vida.

La sociedad entera repudiaría en absoluto un hecho de violencia contra perros y gatos, y está tipificado en nuestra Ley Nacional el maltrato animal. Incluso, nos cuesta trabajo entender cómo en otras culturas el perro puede ser una fuente de alimento, como en China, en donde se festeja anualmente el festival Yulin en el que se matan perros para comer.

Definitivamente, podemos establecer vínculos de cuidado, respeto y amor por otros animales, y estaríamos en contra de cualquier acto violento o de maltrato en su contra. Ahora bien, ¿esto se mantiene para todas las especies de animales? ¿O solamente para unos pocos? ¿Qué es lo que determina la distinción entre unos y otros?

Anualmente, se sacrifican 70 mil millones de animales terrestres y otros miles de millones de peces para consumo humano. Utilizamos vacas, cerdos, gallinas y más animales para alimentarnos, vestirnos y testear nuestros productos. La industria ganadera utiliza una gran cantidad de recursos naturales, al mismo tiempo que contamina el medio ambiente con el objetivo de producir alimentos a base de explotación animal.

Globalmente, contamos con un sistema productivo altamente ineficiente, que utiliza el 83% de la tierra de cultivo para proveer únicamente un 18% de calorías totales. Debido a las tendencias demográficas previstas, las proyecciones indican que los impactos de los sistemas alimentarios seguirán aumentando en las próximas décadas, a menos que se produzcan cambios significativos en las formas de producción, transformación y consumo de alimentos.

En Argentina, el avance de la frontera agrícola a costa de los ecosistemas naturales y seminaturales, con la consiguiente pérdida de biodiversidad y servicios ecosistémicos, constituye una de las principales preocupaciones medioambientales del país. Debido a los grandes requerimientos de recursos de la ganadería, la huella ambiental de la dieta argentina es muy alta, particularmente en lo que respecta al uso de la tierra y las emisiones de gases de efecto invernadero.

La industria ganadera en Argentina sacrifica aproximadamente 12.6 millones de vacas, 722 millones de pollos y 6.4 millones de cerdos. El ciclo de producción de carne de cerdo comienza con la reproducción de la hembra y finaliza cuando los cerdos engordados alcanzan un peso de faena de 109 kgs. Los huevos se producen principalmente en sistemas intensivos de jaulas. Los pollitos de dos días entran a las granjas donde permanecen durante 4 meses. Luego, son transferidos a las fases ponedoras donde permanecen otros 16 meses.

Una producción promedio alcanza los 402 huevos por gallina. La magnitud del sistema productivo es directamente proporcional al sufrimiento atravesado por los animales que son puestos a disposición de un entramado cruel, inefectivo e innecesario.

¿Cómo podemos amar a unos animales, y explotar a tantos otros, para obtener recursos que podríamos obtener de otras maneras? La diferencia entre nuestros perros y las vacas que son hacinadas en camiones y trasladadas durante horas hasta alcanzar su trágico destino en el matadero es simplemente la función cultural que le hemos asignado a cada uno, y una percepción distorsionada por una disonancia cognitiva que nos permite alimentarnos con el cuerpo de aquellos animales por quienes en otras circunstancias probablemente sentiríamos cariño y apego.

Cada animal tiene la capacidad de sentir, de disfrutar, de experimentar la vida al igual que nuestros animales de compañía, y cada uno de ellos merece una oportunidad. El veganismo propone darles una oportunidad a cada animal con el que nos alimentamos, liberándolos de la opresión humana, de la discriminación que sufren por simplemente haber nacido en la especie equivocada. 

Este día del animal es un buen momento para reflexionar sobre el lugar que les damos a los animales en nuestra vida, y para empatizar con aquellos a quienes nuestro cruel sistema productivo ha dominado y explotado durante siglos. Modificar nuestros hábitos de consumo, siempre que tengamos la posibilidad, es un buen primer paso para ampliar nuestro círculo de consideración y empatía. ¿Somos capaces de hacer esto por el bien de los animales?

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