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Otra dura derrota del básquet argentino que obliga a repensar el camino a seguir

La conducción técnica, con Pablo Prigioni como cabeza principal, merece una atención más exclusiva. Tal vez haya llegado el tiempo de disponer de un entrenador ‘full-time’ y no que un componente del staff, como en este caso Herman Mandole, esté provisoriamente al frente del equipo.

No es por objetar al cordobés de Río Tercero, que ostenta sus compromisos laborales con los Minnesota Timberwolves de la NBA y no goza de los pertinentes permisos para liberarse en todas las fechas, pero este momento de la Selección obliga –según parece- a una dedicación completa.

En nota concedida a Télam hace algunos días, el comodorense Nicolás Casalánguida, quien se sumó al staff técnico por pedido expreso del propio Prigioni para atender “las cuestiones defensivas” del equipo, había manifestado que “el peor error que podemos cometer es subestimar a Chile, un seleccionado en crecimiento”, dijo.

¿El equipo argentino subestimó a su par chileno? De ninguna manera, pero sí es cierto que cometió equivocaciones impropias de un elenco de su jerarquía, aun cuando las mieles del podio a nivel internacional sean hoy gratos recuerdos de otros períodos.

Si un equipo no defiende las ofensivas de su par rival está, prácticamente, condenado a sufrir en tablero propio. Y en la noche del domingo, con el simple argumento de ubicar el balón en el poste bajo como receta central, Chile, que volvió a festejar un triunfo oficial sobre su vecino después de casi 69 años (el anterior fue en el Sudamericano de Cúcuta 1955) le endosó 53 puntos solamente en el primer tiempo.

Y el pivote Manny Suárez (FC Kalev, Estonia), en la doble fecha, se convirtió en referencia de la Roja, con un balance de 54 tantos y 21 rebotes, en la acumulación de los encuentros, tanto en Mar del Plata como Valdivia.

La dirigencia del básquetbol argentino queda indemne tras esta sucesión de frustraciones. No debería, porque es la principal responsable de la debacle de la actividad a nivel doméstico, con una Liga Nacional (LNB) de tribunas vacías, competencia en horarios insólitos y que no aportó ningún jugador en esta convocatoria como no lo hace habitualmente, más allá de algún llamado esporádico (caso Tayavek Gallizzi) de un año a la actualidad.

En esta ocasión no salieron a la luz cuestionamientos por temas de logística en viajes u hotelería como sí ocurrió, por ejemplo, allá por agosto de 2022, en el medio de una ventana para clasificación al Mundial 2023. Lo cierto es que la dirigencia del básquetbol argentino, al margen del cambio de nombres, parece lejos de los procesos y ciclos que encabezan distintos entrenadores.

Y también la conducción de la actividad a nivel local es la principal oposición a plantear –siquiera- lo que varios seleccionados de la región ya adoptan como natural y empezaron a reflejar en sus nóminas: la nacionalización de jugadores extranjeros, sobre todo en las posiciones de internos, para ganar centímetros sobre el flotante y asumir un mayor potencial en el aspecto físico.

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