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El otro yo: Pullaro, el ser humano detrás de la candidatura

“Cada uno ve lo que parece, pero pocos palpan lo que eres” – Maquiavelo

La historia de un candidato es necesario contarla a partir del ser humano que inevitablemente convive con la candidatura. Para poder entender muchas cuestiones del obrar de un político hay que despojarlo, precisamente; de la política y situarlo en su bitácora de viaje de vida, esa que en el caso de Maximiliano Pullaro nos remonta a Venado Tuerto, donde vivió hasta los tres años en la casa de sus abuelos, cerca de la laguna de Melincué, pero la impiedad de la inundación lo llevó junto a sus padres hacia Hughes, que se convirtió por adopción, en su lugar en el mundo.

La infancia lo encontró ocupando sus horas en el tiempo dedicado al estudio, que fue inculcado con esmero en el seno familiar- lo recuerdan siempre como muy dedicado a la tarea de aprender- y hasta cursaba con entusiasmo en la escuela pública mixta donde asistía. El resto de su día lo repartía entre el fútbol en el potrero, andar en bicicleta por las tranquilas calles de la comuna y las incursiones a los montes que emprendían junto a los amigos.

“Nacer y vivir en un pueblo es lo más hermoso que le puede pasar a un ser humano”, expresa como un mantra Maximiliano al rebobinar hacia atrás la película de su existencia y justifica esa sentida sentencia por las bondades que entrega sin reparos un pueblo, ese mestizaje que solo autoriza la bondad de su gente, para permitir que el hijo del más rico conviva con el hijo del más pobre, en las escuelas, en las actividades y en las colonias de vacaciones.

En ese ínterin de ser niño también colaboró con su padre en las tareas del campo picando machos de girasol, algo que quizás le sirvió para ir formando su personalidad y para ir inculcándole los primeros valores del compromiso que asumiría con la vida misma. La filatelia también llenó de entusiasmo y curiosidad su niñez, allí fue Alejandro Vila “Piruchin” su mejor compinche, con quién compartió la emoción que generaba al hacerse de un sello postal raro y distinto. Hobby que aún atesora y conserva con la misma pasión del comienzo.

Después hubo tiempo para padecer el desarraigo y la búsqueda de ser profeta en otra tierra. Su llegada a Rosario se dio en un contexto poco amigable, porque escaseaba bastante el dinero para poder afrontar sus estudios. A su familia le había ido muy mal económicamente con el campo, era la década del ’90 y como les ocurrió a muchos productores agropecuarios, terminaron en una quiebra. Maxi solo dispuso de un departamento de un ambiente que sirvió, para que junto con su hermano, se instalaran en la metrópoli rosarina, pero no había plata para impuestos ni comida y se vieron obligados a salir a laburar para conseguir el sustento diario.

Inmerso en el impulso lógico que genera la juventud, Pullaro tuvo su primer trabajo, fue como cadete y su alma inquieta lo llevó al poco tiempo a armar en compañía de su hermano una pequeña “sociedad” dedicada a la cadeteria para evitar estar mucho tiempo arriba de la moto y de esa manera poder disponer de más tiempo para el estudio. “Correcaminos” se convirtió en la primera empresa de cadeteria y mensajería de la ciudad de Rosario y en menos de dos meses llegaron a tener 60 empleados. Como si fuera el guion de una buena historia; a los hermanos Pullaro les fue muy bien por esos años, tanto que generaron una estructura comercial tan grande, que con 20 y 21 años no pudieron controlarla y eso los motivó a vender la llave del negocio y a cambiar de rubro para dedicarse al transporte de carga.

Maximiliano Pullaro confiesa que no mira deporte, pero si le gusta practicarlo. Fue boxeador amateur para despuntar el vicio y hasta atesora una simpática anécdota con Marcelo Bielsa, con el cual compartían gimnasio y casi lo encuentra cara a cara con el ex entrenador de Newells arriba del ring en una pactada pelea exhibición para recaudar fondos. “Don Maximiliano no podré hacer la pelea con usted porque me surgió un trabajo”, fue la excusa de Bielsa que generó alivio en el novel Pullaro. El loco viajaba a Chile para hacerse cargo de la Selección, casi nada.

“Siempre soñé convertirme en graduado universitario “, señaló alguna vez y cumplió con creces con ese anhelo y recuerda al respecto que pensaba anotarse a la carrera de Ingeniería Química Industrial  pero cuenta que al ir a la facultad para acompañar a un amigo que se iba a inscribir en la carrera de Ciencias Políticas, se encuentra con una chica que estaba en el centro de estudiantes, que era nada más y nada menos que María Eugenia Sckmuck, la cual le voló la cabeza de lo que era la carrera y lo terminó convenciendo para estudiar la carrera de la cuál terminó recibiéndose.

Maximiliano Pullaro está a un paso de convertirse en el futuro gobernador de Santa Fe, y revela que se viene formando toda la vida para este momento. Un ser muy creyente que tiene a la fe como aliada en la búsqueda permanente de lograr su mejor versión. Un “ave raris” en estos dificiles momentos donde existe tanto enojo de la gente con la clase política, porque si lo buscas, tal vez lo vas a poder encontrar corriendo por el boulevard Oroño o por la costanera de Parque España, para intentar hacer esos 10km pretendidos, siempre y cuando lo permita su compleja agenda. La persona y el político en fina sintonía, parece tan humanamente cercano que hasta resulta absurdo para estos tiempos…

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