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Con la copa en alto, Argentina celebra el Día Nacional del Vino

Es un mundo que abraza a expertos y aficionados. Conviven en él la sofisticación de un sommelier y el disfrute de un amateur que, frente a la góndola, se pierde entre tintos, blancos y rosados. En 2010, el decreto 1800 publicado en el boletín oficial nombró al vino como la bebida nacional y en julio de 2013 una Ley lo ratificó. Desde entonces, cada 24 de noviembre resulta una buena excusa para descorchar una botella y brindar bien alto.

Pero, alzar la copa es el final exitoso de un recorrido de elaboración que da inicio en los campos de las 18 provincias productoras que actualmente en el país se dedican al cultivo de vides, la planta de la uva, y que ocupan una superficie plantada total de más de 228 mil hectáreas, desde Salta hasta Río Negro, lo que posiciona a la Argentina en el 5to lugar en la lista de países más productores del mundo.

Actualmente, la Bonarda, Criolla Grande, Cabernet Sauvignon, Syrah, Pedro Giménez y Cereza son las variedades de uvas que se elaboran en el país, aunque es el Malbec aquella uva que realza la identidad del producto argentino: un estudio del Observatorio Vitivinícola Argentino midió que, desde 2011 hasta 2020, en el mercado interno, su cosecha creció un 118% y que la exportación de esta variedad tuvo un alza del 97%.

Según un informe del Observatorio Vitivinícola Argentino la superficie cultivada con Malbec “tuvo un crecimiento en el periodo 2012/2021 del 31%”, con una variación durante el año pasado con respecto a 2020, que fue también positiva, del 2% en 2021. Traducido a territorio, esto es 46.366 hectáreas de viñedos con Malbec plantado en todo el territorio argentino.

Este informe respalda al Malbec como la uva insgnia local y esto se evidencia en el sostenido crecimiento que tuvo a lo largo de los últimos 10 años: en 2012 las hectáreas plantadas con esta vid concentraban el 17% del total cultivado en Argentina, mientras que actualmente, es el 22% del total cultivado.

18 Provincias y contando…

Bien ganada su fama de la tierra del sol y del buen vino, Mendoza, que goza de ese mérito, no es la única provincia que reúne cualidades vitivinícolas en el país. Comparte los laureles de la región Oeste y Noroeste local  junto con San Juan, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta, Santiago del Estero y Jujuy.

Enmarcado en los límites de la región central del país, Buenos Aires,  La Pampa, Córdoba y San Luis hacen también pertenecen a esta ruta vitivinícola mientras que Misiones, Entre Ríos, y Santa Fe, en la zona del litoral, también se dedican a la elaboración de la bebida nacional, al igual que Río Negro, Neuquén y Chubut, en el sur del país.

Daniel Rada, Director del Observatorio Vitivinícola Argentino, conversó con Télam y explicó que hay provincias que tienen condiciones climáticas que facilitan la producción de algunas uvas. “Hay regiones que se adaptan más a distintas variedades, hay climas que permiten la producción de una gama más amplia, La Rioja, por ejemplo, tiene al Torrontés y San Juan, al Cyra”.

Del total de las vides de Malbec cultivadas en estas provincias, sólo Mendoza concentra el 85% de su plantación, seguido por San Juan con 6%, Salta 4%, La Rioja 2%, Neuquén 1% y las demás provincias que reúnen el 2% restante.

Ese cordón productivo, que se extiende al pie de la Cordillera de los Andes a lo largo de 2.400 km, entre los 22º y 42º de Latitud Sur, y se multiplica a lo ancho del país, permite mediante las bondades geográficas de cada región, que el caudal de exportación también se amplifique: actualmente, Argentina envía vino a 127 países en todo el mundo, siendo Estados Unidos, Reino Unido, Brasil y Canadá los mayores importadores.

De la tierra a su copa

No es casual que casi la totalidad del territorio esté poblada de zonas donde se produzcan viñedos en un país de larga tradición vitivinícolacon un registro de consumo per cápita durante 2021 de 18,2 litros, un 12,18% más que el año anterior. De hecho, las más de 200 mil hectáreas cultivadas en Argentina explican el 3% de la tierra cultivada para vino en el mundo, según indica un informe oficial del Gobierno.

El proceso de siembra, cultivo y elaboración de la bebida nacional empieza con la cosecha de la uva en los campos. Luego de ser trabajada por los cultivadores, todo el producto viaja hacia la bodega elaboradora del vino. En ese momento, ya ingresada al mercado de compra-venta, comienza el proceso que conforma el mercado de traslado, donde se comercializa la uva a granel.

Luego del proceso de fraccionamiento, que “entra al canal de distribución o mayorista, para luego terminar en los canales habituales: los tradicionales, que son los almacenes, lo modernos, que son el hipermercado o súpermercado, o los restaurantes y hoteles y de ahí a la mesa de los argentinos”, describió Rada.

“Durante la década de 1990, y a lo largo de todo el paríodo de convertibilidad, el vino encontró un espacio donde se pudo tecnificar, que fue un poco el prólogo a lo que vino después, esa explosión hacia los mercados internacionales”, continuó desarrollando el especialista del Observatorio.

“Esa época,de la mano de la nueva tecnología, propició un salto en la calidad del vino en un momento en el que la importación de bienes de capital e insumos permitió mejorar su calidad”, recordó y cerró: “la calidad la seguimos incrementando con los años, la calidad de las uvas, que migraron de manor calidad enológica hacia una mayor calidad, sobre todos en las uvas tintas”. 

Una mixtura de identidades

La historia sobre el inicio de las primeras vides en Argentina queda lejos en el tiempo. Ya los pueblos originarios del continente, previo a 1492, cultivaban la “vitis riparia” o “vid americana”, unos parrales naturales que crecían en estas tierras aunque los documentos históricos indican que no era la más pertinente para la producción por su pequeño tamaño y su agrio sabor.

Entrado el siglo XIV, de la mano de los colonizadores europeos, llegó a estas latitudes una nueva variedad de vides que viajaron en las carabelas de Colón y llegaron en macetones de época, junto con unas uvas en forma de pasas y barriles con su vino autóctono.

El motivo por el cual esta bebida ocupó un lugar primordial en los camarotes de los barcos tiene que ver puntualmente con el cuidado de la salud de los marineros. Según indican los historiadores, tras varios días y meses de navegación, los tripulantes presentaban síntomas de una inusual enfermedad llamada escorbuto, que se manifiesta por tener índices muy bajos de Vitamina C en el organismo, con lo cual, la uva viajaba para ser consumida y suplir este déficit.

Fue entonces cuando los marineros abrazaron la costumbre de navegar siempre con la compañía del vino, que además de funcionar como suplemento para evitar tal enfermedad, servía como intercambio cultural, para celebrar las ceremonias religiosas y cultivar las tierras a dónde quiera que vayan.

Padrino del aula y del Malbec

Poco antes de asumir como presidente en 1868, Domingo Faustino Sarmiento tejió un vínculo que cambió el paradigma vitivinícola de la época y hoy está igual de vigente que en aquel entonces. Fue el 17 de abril de 1853 el momento en el que el exmandatario sanjuanino, mediante la Legislatura Provincial de Mendoza desarrolló un proyecto que contemplaba el nacimiento de una quinta normal y una escuela de agricultura.

Ese lugar, que luego daría paso a la Quinta Agronómica de Mendoza y que finalmente se convertiría en la Facultad de Ciencias Agrarias, sirvió para que la propuesta de incorporar nuevas variantes de vides se materializara, con el único fin de mejorar la industria local.  

Fue entonces cuando entró en la escena el agrónomo francés Michel Aimé Pougetun apasionado del vino nacido en 1821 que conoció a Sarmiento en Chile, donde el expresidente se encontraba exiliado. A partir de entonces Sarmiento inició una gestión para contratar a Pouget como director de la Quinta Agronómica, que fue la primera Escuela de Enología del país. 

Dentro de las “cepas francesas” que llegaron de la mano de este agrónomo, además del Cabernet Sauvignon y el Pinot Noir, se encontraba el Malbec y a partir de entonces, luego de las primeras plantaciones de este varietal, la uva se convirtió en un emblema para los consumidores argentinos.

Licencia para producir

Toda actividad relacionada con el rubro vitivinícola conlleva un marco legal que debe cumplirse para poder ingresar al mercado. El instituto nacional de vitivinicultura presenta en su página web todos los requisitos dirigidos “a la persona física o jurídica que desee realizar el proceso de producción de las variedades de uvas implantadas, ya sea para vinificación, consumo en fresco y/o secadero”, según indica el informe.

Para ello, es necesario presentar la escritura del terreno a plantar en el Registro de la Propiedad o documentación que acredite titularidad o derecho a explotación; una constancia de CUIL, un acta de constitución de la sociedad o estatuto social, si corresponde y completar el formulario 1787, declaracion jurada de viñedos que figura en la resolución C.26/2010.

Sobre el futuro del vino, Rada visualizó que “puede mantenerse en el nivel que vienen teniendo, todo lo que uno puede ver en el mercado local e internacional es eso, mercados maduros en los que es difícil crecer como en otra época, pero creo que es una industria que puede todavía crecer un poco más”. 

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