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Comunicado de Compromiso Vial tras el trágico accidente en la costanera rosarina: “Mirá a mí cómo me quedó el auto!”

El martes 21 de enero de 2025 en Rosario, Santa Fe, en la costanera donde los parques y el río Paraná nos ofrecen los paisajes más bellos de la ciudad, ahora habrá por siempre una imagen del horror. Hierros retorcidos de lo que fuera un vehículo, estampado en un poste de una vereda y una familia bestialmente atropellada. Muerte, heridos, dolor. Mucho dolor.

Esa imagen que nos aturdió y dejó estupefacta a toda la ciudad captura de forma descarnada lo invisible: lo que vemos en ella es una cadena de ausencias que reclaman ser vistas, como si de un espejo se tratara, en el que se refleja un hecho atroz y cruel, pero que a la vez revela algo de nosotros mismos como personas y como comunidad.

Ante cada hecho de violencia vial, cada siniestro, a los y las familiares de víctimas viales nos impacta no solo por la empatía ante el dolor del otro sino también porque nos reconocemos hermanados ante el dolor porque ya hemos estado ahí. Hemos estado en esos hierros retorcidos, entre las luces y sirenas, camillas y pasillos. Las palabras todas quedan grandes, inmensas y nos parecen desconocidas. ¿Estarán hablando de mí?

¿Dónde estoy? ¿Qué hora es?

Los teléfonos suenan y el dolor aturde. Y un sinfín de sentimientos nos inundan. Agotadas, las victimas aún no sabemos que somos sobrevivientes y el desamparo empieza a tener nombre, cara, color y olor a medida que las horas y los días pasan.

La foto más triste y cruel de todas las fotos tristes y crueles quedó para siempre en la esquina de ese parque. Una más que se agrega a la pandemia vial que se padece en este país desde hace años.

El arrebato absurdo de la vida hace que sea imposible no conmovernos. Y eso debe interpelarnos. Si bien el dolor aparece de manera profunda e inagotable, nos demanda no quedar paralizados.

El viernes 24 de enero se realizó la audiencia imputativa hacia quien es señalado como el responsable de conducir a más de 120 kilómetros por hora por las calles rosarinas. El imputado escuchó de manera virtual la audiencia ya que el Estado no garantizaba su seguridad. La presentación de la fiscalía sobre los hechos y la mecánica en donde Tania

Daniela Gandolfi (41) y su hija Agustina Magalí García (16) fallecieron, y la pequeña de 6 años resultó con heridas graves, fue contundente, clara, con peritajes, pruebas y testimonios que se desarrollarán en el juicio próximo.

Escuchar en detalle lo sucedido es escalofriante. Un hielo nos corre por la espalda y da náuseas. Pero tal vez, lo más estremecedor sea el relato de las primeras declaraciones de Diego García, padre y esposo de las víctimas, quien absolutamente desconsolado y en medio de esa escena del horror, increpó al conductor Agustín López Gagliasso (20) por lo sucedido, recibiendo la respuesta más impensada de Gagliasso: “Mirá como a mí me quedó el auto”.

Hay preguntas que nunca tendrán respuestas. Hay preguntas que incomodan. Hay preguntas que nos impulsan a seguir vivos. Y hay preguntas que buscan esperanza. Gagliasso no llegó solo a manejar ese vehículo y de esa manera. Despejemos la idea de la locura; eso tiene tratamiento y justificaciones. Con Gagliasso viajaban los que miran para otro lado, quienes alimentan la violencia, alientan el desenfreno, minimizan los riesgos, son inmunes al dolor, festejan las avivadas y desapego a las normas, celebran la soberbia y demostraciones de dominación y despotismo, se burlan de quienes buscamos y apelamos al entendimiento, la convivencia y el respeto. Ser amable y respetuoso es considerado ser débil y con falta de carácter. Se idolatra al macho alfa, ese que no le tiene miedo a nada aun cuando lo que ponga en peligro sea su propia vida.

Gagliasso manejó de forma despiadada por más de 12 kilómetros por el centro de la ciudad a una velocidad inusitada no solo porque quiso sino porque lo pudo hacer y el final absolutamente predecible viene siendo denunciado, anunciado y alertado hasta el hartazgo por sobrevivientes, familiares de víctimas viales ante la vista y oídos de todos.

La responsabilidad y culpa recae sobre muchos. No fue locura. Habrá quienes ahora intenten refugiarse bajo un sospechoso manto de víctima, o con un solidario mensaje de acompañar el dolor ante estas pérdidas irreparables y hasta soportaremos perversos discursos que pretendan justificar su conducta violenta como una mera acción de descuido o imprudencia, pero en donde matar no era el fin último de su salida divertida por las noches rosarinas arriba de ese Peugeot 206.

La fotografía de hoy nos muestra un joven con una seguidilla de infracciones, de conductas peligrosas y desapego tanto a la ley como a las normas, un patrón en donde el desenlace no puede sorprender a nadie.

Y aparecerán en escena quienes defiendan lo indefendible, como si de una disputa de hinchas de fútbol se tratara. Y los ofendidos, que siendo penalmente responsables persisten y hasta amenazan con desligarse de la responsabilidad de sus actos ofuscados por los daños en su máquina y la inhabilitación para conducir siempre por un breve tiempo a sabiendas que además pueden hacerlo no solo porque siempre quieren continuar su rutina al volante sino, otra vez, porque pueden.

Las fisuras de un sistema que lejos de cuidar y prevenir se justifica evitando responsabilidades se hacen cada vez más evidentes y obscenamente tangibles. Las sufrimos a diario. Por eso, invitamos a pensar y actuar a cada uno desde su lugar para cambiar la realidad que nos envuelve. Porque como dijimos en otra oportunidad: “Las cosas no son así, están así”.

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