Ritual de rock en el Bioceres: “Skay y Los Fakires” encandilaron a sus fanáticos en una noche llena de mística ricotera y de una energía incomparable
La noche del sábado del recital de Skay tuvo a la lluvia como cómplice y es detalle climático no fue un obstáculo, sino un preludio para un show que alcanzó la escala de: incomparable. El Bioceres Arena se llenó – desde el preciso instante en el cual se abrieron las puertas del estadio – de almas peregrinas del rock nacional ávidas de un nuevo encuentro con su ídolo. Miles de fanáticos de Skay Beilinson y de la mística de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota llegaron desde cada rincón de Argentina para ser parte del gran espectáculo, que solo un artista de la talla de él, puede ofrecer.
A las 22 horas, el escenario se encendió para dar comienzo al recital. Skay, a sus 73 años, demostró por qué es una leyenda viva del rock nacional, junto a Los Fakires, desató una noche de pura energía y rock que se extendió por las casi dos horas que duró el espectáculo. El show fue un prolijo viaje por toda su discografía solista, un recorrido que emocionó a los presentes con temas como “Arcano XIV”, “Lejos de Casa”, “Oda a la sin Nombre”, “Tal Vez Mañana”, “El Sueño del Jinete” y “Aves Migratorias”.
Pero la verdadera explosión de nostalgia llegó con los clásicos, allí la banda hizo temblar el recinto al interpretar himnos de los Redonditos de Ricota como “Todo un Palo”, “El pibe de los Astilleros” y “Nuestro Amo Juega al Esclavo”. Sin embargo, el máximo clímax fue con el icónico “Ji ji ji”, donde el archiconocido “pogo más grande del mundo” se reditó una vez más, desatando una locura “sin tiempo” entre los presentes y de paso sirvió para confirmar que la magia de los Redondos sigue tan viva como siempre.
Pasó Skay Beilinson por el Bioceres y les regaló a los rosarinos una noche inolvidable, que se grabó a fuego en la memoria de todos los que dieron el presente en el recital. Con su inconfundible guitarra, el líder de la banda, ofreció un recital impecable que trascendió las fronteras de música para convertirse en una experiencia sensorial única. Una vez más, “el flaco” demostró que su arte ya transita por la categoría de inmortal, y que su legado sigue aún resonando fuerte en el corazón de los miles de fanáticos que abrazan con unción y devoción, toda su música. “Viejo es el tiempo y todavía sopla”, hubiera dicho Mano de Piedra Durán, algo que también podría aplicarse a este gran presente que atraviesa Skay.