OpiniónPolítica

Postales del “24 de marzo en tiempos de Milei”

Por Carlos del Frade.

El pasado sigue abierto en el presente por las pesadillas impunes y los sueños colectivos inconclusos. El proyecto político del golpe iniciado el 24 de marzo de 1976 fue subordinar la vida de las grandes mayorías a las imposiciones del capital financiero.

Lo productivo debía desaparecer en la Argentina.

El dinero debía multiplicar al dinero, filosofía del casino y cuando las cuentas del estado estuvieran al rojo vivo, la solución vendría del gran negocio de los bancos extranjeros a través de préstamos y la perversa bicicleta de la deuda externa.

El derecho laboral, construcción colectiva de generaciones y generaciones argentinas, llamado peyorativamente “el costo argentino”, debía limarse casi hasta la extinción.

Por eso seis de cada diez personas desparecidas eran jóvenes trabajadoras y trabajadores menores de treinta años. Por eso seis de cada diez personas desocupadas son jóvenes entre quince y treinta años. Y seis personas detenidas de cada diez en las principales cinco provincias argentinas son jóvenes entre quince y treinta años. El triple 6, la metáfora bíblica de la bestia apocalíptica que, en este caso, revela una clave de la historia profunda de la Argentina de los últimos 49 años.

Desaparecidos, desaparecidas, desocupadas, desocupados, detenidas y detenidos tienen entre quince y treinta años.

La bestia es la configuración política del capitalismo que siempre castiga a quienes tienen por impulso biológico y cultural producir las necesarias transformaciones en la sociedad.

Pero los últimos años confirmaron la idea fuerza que casi en clave literaria repetimos desde hace tiempo: el pasado sigue abierto en el presente.

El proyecto político económico que impulsa Javier Milei tiene el mismo objetivo que la dictadura, el reemplazo de la producción por la financiarización de la economía.

El estado colonizado a favor de los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros, la multiplicación de la deuda externa, la demolición del derecho laboral, la desarticulación de la salud y la educación y el lavado de dinero como verdadero canal de circulación de la riqueza argentina.

De allí la necesidad de repasar postales del pasado en clave de presente.

Detrás de las represiones y las manos duras siempre está el poder económico, los titiriteros de entonces, los titiriteros del presente.

La propiedad privada.

“El empresariado argentino ha crecido y está decidido a aceptar el desafío que significa la reconstrucción de la república. Por ello estamos aquí reunidos, para conocer el pensamiento de las fuerzas armadas y poder así reflexionar sobre la naturaleza de sus designios, determinando la dimensión exacta de nuestra responsabilidad empresarial”, dijo un exultante representante de la Federación Gremial de la Industria y Comercio de Rosario, José Luis Pinasco, en octubre de 1977 al recibir a Díaz Bessone.

El militar no se quedó atrás: “Los empresarios forman uno de los primeros sectores que constituyen la nación día a día. Acaso por eso fueron uno de los blancos predilectos de la agresión criminal de las hordas marxistas. Por eso la responsabilidad moral es la otra gran vertiente de esta eminente función social, y comienza dentro de la misma empresa. Allí los derechos ceden su lugar a los deberes. Defender la empresa y la propiedad privada contra agresores de toda índole es el primer deber”, sostuvo en una clara conciencia del rol de los militares como celadores del gran capital.

La inversión en la tortura

Walter Klein, socio de Martínez de Hoz, años después, fue mucho más contundente frente a la embajada de los Estados Unidos: “Quédense tranquilos, todos los activistas gremiales de Villa Constitución ya están bajo tierra”.

Rodolfo Peregrino Fernández, ex comisario de la Policía Federal relató ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos, en 1983, que “otra represión notoria de la Triple A fue la ejercida contra los activistas sindicales de Villa Constitución”.

Esa “operación fue dirigida por el comisario Antonio Fiscchietti, alias El Padrino o Don Chicho. Fiscchietti fue reclutado para integrarse en la AAA siendo delegado de la Policía Federal Argentina en la provincia de Tucumán”.

Sostuvo que “las patronales de las industrias metalúrgicas instaladas allí, en forma destacada el presidente del directorio de Acindar, ingeniero Arturo Acevedo, establecieron una estrecha vinculación con las fuerzas policiales mediante pagos extraordinarios en dinero”.

Remarcó que “el presidente de Metcon, por ejemplo, retribuía con una paga extra de 150 dólares diarios al oficial de policía que dirigía su custodia personal, por un servicio de vigilancia no superior a las seis horas de duración”.

Acindar “pagaba a todo el personal policial, jefes, suboficiales y tropa, un plus extra en dinero, suplementario al propio plus que percibían ya del Estado esos efectivos. El pago estaba a cargo del jefe del Personal, Pedro Aznarez y del jefe de Relaciones Laborales, Roberto Pellegrini”.

Agregó que “Acindar se convirtió en una especie de fortaleza militar con cercos de alambres de púas. Los oficiales policiales que custodiaban la fábrica se alojaban en las casas reservadas para los ejecutivos de la empresa…”.

Igual que en las masacres obreras de la Patagonia.

“…estas organizaciones trabajan sin tener en cuenta el tiempo, el tiempo para ellos es secundario, no nos extrañemos que empiecen, no ahora, sino en una fecha relativamente corta, larga, pero van a volver porque les queda todavía… por empezar que ha sido histórico, una etapa de venganza personal, una venganza personal, como ocurrió con ese teniente coronel que fue a reprimir allá en el sur en la Patagonia trágica y después lo mataron acá en el centro de Buenos Aires…Varela y lo mató un terrorista extranjero…”, declaró Agustín Feced el 11 de setiembre de 1984 ante el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.

Feced se sentía la continuidad de Varela, el represor de los huelguistas del año ’21 en la Patagonia. Una clara definición del objetivo del terrorismo de estado.

La pibada desaparecida.

Leyla Perazzo era la jefa de la policía de menores durante la dictadura en la ciudad de Rosario, bajo las órdenes de Agustín Feced. Con la democracia llegó a ser la titular de la Policía de la Provincia de Santa Fe, durante una de las administraciones de Jorge Obeid. En una entrevista a principios del año 2000, sostuvo que nunca se va a olvidar “de la cara de Cati. Convivìamos con las niñas. La vi sufrir por esa niña, cuidarla. El juez la autorizó a llevarla a su casa. Si no, se hubiera muerto”, remarcó Perazzo en diálogo con este cronista. “Es un episodio muy difícil de borrar. La he visto llorar cuando el juez le ordenó entregar esa nenita a la familia”, agregó.

Perazzo defendió a las celadoras de la policía de menores durante la dictadura porque “hicieron un trabajo como seres humanos más allá del oficial, asumieron roles…”.

“Yo estuve en la peor época…dos o tres años. En general las chicas (por las celadoras) salían a pedir ropa para los pibes. Los llevaban al médico. Hasta una persona como Feced, en una cuestión como la de los chicos, no se metió, dejó que los resolviera la justicia”, indicó.

La policía “recibía un chico del comando y lo anotaba. Ese era un aspecto. Después estaban los grupos de tareas”, diferenció la abogada.

“Llegamos a tener como sesenta, me acuerdo”, confesó la funcionaria.

¿Quiénes eran esos sesenta chicos que ingresaron en la policía de menores de Rosario durante la dictadura?. Esa pregunta, hasta ahora, sigue sin responderse.

La inocencia y la valentía de Nelma.

“El padre García me tuvo engañada tanto tiempo. Me decía que Sergio estaba bien, que como se había recibido ese año de agrónomo lo tenían trabajando de agrónomo en el campo que estaba perfectamente y que de un momento a otro iba a estar con nosotros. Y me decía siempre ya falta menos, falta menos, ya va a llegar y un día, víspera de navidad, las navidades eran terribles para mi y siguen siendo, me dice Señora póngase contenta, vaya a su casa, prepárele la camita, ventílele toda la ropita, prepárele la comida que más le gusta porque esta navidad Sergio la pasa con ustedes. Yo me fui enloquecida a mi casa y empecé a hacer todo lo que él había dicho. Y me dispuse a esperarlo… y Sergio no llegó. El padre García era el secretario del obispo Bolatti y él se encargaba de dar falsas noticias a los familiares de los desaparecidos a cambio de regalos que él mismo nos pedía. Me acuerdo que un día me pidió un maletín de cuero y yo en ese momento no contaba con dinero porque había abandonado todas mis actividades, yo trabajaba en el comercio con mi esposo y me dediqué únicamente a buscar a Sergio, entonces no contaba con dinero y juntando las moneditas y fui y le compré el maletín y se lo regalé. Le llevaba vinos finísimos y como yo desfilaban las madres porque a todas nos tenía igual. Hasta que un día me convencieron sobre lo que estaba pasando y yo nunca más le llevé regalitos pero tampoco tuve más audiencias”, nos dijo la maravillosa Nelma Jalil, madre de la Plaza 25 de Mayo de Rosario antes de partir hacia la pampa de arriba.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *