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¿Porque el kirchnerismo destruye al peronismo?: De un movimiento de masas a un espacio sectario que dejó de representar a las mayorías

Por Sergio Alcázar

El peronismo histórico (el de Perón) era un “movimiento de puertas abiertas”, policlasista y pragmático, el kirchnerismo, en cambio, transformó esa génesis de construcción política en una facción cerrada, donde la lealtad a “sus líderes” es el único requisito válido, expulsando de esa manera a los disidentes, a los peronistas tradicionales y a los sectores más moderados del espacio. El kirchnerismo, en definitiva, con sus particulares formas de hacer política ha dañado o destruido la esencia misma del “mejor peronismo”.

En Santa Fe la mayoría de las intendencias que aún quedan en poder del peronismo y las que se perdieron en la última elección (salvó las declaradas abiertamente pertenecientes a sectores como “La Cámpora, La Corriente o el Movimiento Evita”) tienen el mismo “talón de Aquiles”, un denominador común que sirve para explicar el mal momento que atraviesa – hace tiempo – el PJ en la provincia: La etiqueta K. La relación de desgaste que ocasionan -las vertientes radicalizadas del espacio – a las gestiones de gobierno y a la militancia partidaria, ponen en riesgo la competividad del peronismo en el futuro electoral inmediato.

Omar Perotti es uno de los dirigentes del espacio que mejor representa el cambio de paradigma que necesita el peronismo en Santa Fe.

Cuenta la historia política argentina que el peronismo ganaba elecciones porque lograba unir a la clase trabajadora con la clase media aspiracional, mientras que la retórica confrontativa del kirchnerismo (fomentador de la grieta) y su enfoque económico alienaron fuertemente a esa clase media productiva y a los sectores independientes, reduciendo el caudal electoral del PJ solo a su núcleo duro y a aquellos sectores dependientes de la asistencia estatal. Casi todas últimas participaciones del peronismo en Santa Fe (Salvo el triunfo de Perotti en el 2019) terminaron en derrotas en las urnas, esa repetida mala costumbre de sumar traspiés debe llevar a los dirigentes del partido a una necesaria reconfiguración de su paradigma. “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo”. La frase de Albert Einstein le ofrece un camino a seguir.  

“Al kirchnerismo parece solo preocuparle ostentar el poder – sea para ellos o para quienes representan – sin importarle nunca los medios utilizados para conseguir el fin buscado, aunque con ello signifique llevarse puesto al propio peronismo, ese cuyas banderas dicen personificar. Les place ser opositores de cualquiera si ellos no tienen el poder, han extendido está lucha de fuego amigo en todo el país”, se quejó a este medio un importante referente del PJ santafesino, dejando al descubierto el recurrente enojo por lo que considera una iniciativa del espacio K para destruir al peronismo. Luego el propio dirigente nos recordó como el kirchnerismo utilizó a destajo la “lapicera y el dedo” para elegir durante mucho tiempo los candidatos siempre a espaldas de las bases partidarias.

El PJ santafesino necesita un urgente cambio de rumbo si pretende ser competitivo en las elecciones del 2027.

Una máxima partidaria definía al peronismo como “un océano inabarcable” donde convivían desde la izquierda hasta la derecha bajo una misma conducción. Sin embargo, en las últimas dos décadas. en el espacio se ha dado una lenta pero inexorable “jibarización”. El kirchnerismo, en su afán de pureza ideológica y lealtad ciega, ha logrado lo que ningún adversario externo pudo: transformar esa maquinaria que podía juntar grandes mayorías en una secta de minorías intensas. Al cambiar el método de “la persuasión” por “la imposición” y el “pragmatismo” por el “dogma”, el espacio no solo han ahuyentado a los votantes independientes y apolíticos, sino que han comenzado a demoler los sagrados cimientos de la propia identidad peronista.

El desafío que tiene por delante el peronismo santafesino no es resistir, sino evolucionar. El partido debe atreverse a romper el espejo retrovisor en el que el kirchnerismo lo ha obligado a mirarse durante los últimos años y la supervivencia del espacio dependerá de un acto de valentía: admitir que la receta K ha caducado. El partido debe dejar atrás la lógica de la trinchera para abrazar un paradigma de consenso, que no significa traición, sino inteligencia. Es hora de un peronismo aggiornado, que deje de inventar enemigos internos y empiece a construir puentes con la clase media, con el campo y con la juventud. Solo soltando el lastre del sectarismo, el espacio podrá el volver a interpretar, como alguna vez supo hacerlo, el verdadero sentir popular y ahí mismo quizás pueda hacer realidad una vez más, esa arenga partidaria que identificó su rica historia: “volveremos y seremos millones”.

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