Peronismo santafesino y la fábula del “perro que se llamaba león”
Juan Domingo Perón compartía siempre una anécdota que se transfirió de generación en generación entre los dirigentes y militantes del partido hasta llegar a convertirse en una fábula de su propia historia. El líder del PJ contaba: “Yo tenia un perro que se llamaba León, y yo lo llamaba… León, León, y León venia, pero yo sabia que no era un león, era un perro, lo mismo pasa con algunos que se llaman peronistas y yo los llamo y vienen, pero yo se que no son peronistas”, y lo hacia para describir la diferencia que existía dentro del espacio entre quienes eran fieles a su ideología y aquellos acomodaticios por conveniencia que decían ser peronistas empujados solo por la prebenda de satisfacer sus intereses personales.
Hoy en el peronismo de la provincia hay un poco de todo eso, en el espacio conviven muchos referentes que ocupan su tiempo en mirarse el ombligo de su propio beneficio y a los cuales no les interesa para nada un proyecto político en común. En la bitácora del Justicialismo siempre se bregó para que “el todo fuera más que la suma de las partes” y esa premisa fue la que permitió hacer trascender sus ideales, principios y dogmas partidarios a través de los tiempos de manera indeleble.
En la actualidad del peronismo en Santa Fe conviven distintos sectores o “tribus” como algún periodista de un medio político porteño se encargo en catalogar. En la lista de “buena fe” del espacio se anotan la Corriente de la Militancia, Unidad Ciudadana, el Movimiento Evita, El NES (Nuevo Espacio Santafesino), Hacemos Santa Fe, La Campora, el peronismo ortodoxo e histórico, los anti K, el Bielsismo, el Rossismo y alguna que otra fracción que siempre anda dando vueltas y que participa en la previa de cada convite electoral con la pretensión de meter la cuchara en la sopa de la oportunidad. Todos con su particular manera abonaron a la “unidad en la diversidad”, la cual permitió el éxito electoral en el 2019 posibilitando la recuperación del gobierno en la provincia en manos de Omar Perotti.
¿Que pasó entonces dentro del Frente Peronista en Santa Fe para que se multipliquen las voces en contrario? Algo muy simple, la dinámica de la lealtad tuvo vuelo corto, aquellos que ayer profesaban fidelidad hoy no la demuestran porque no están de acuerdo con los modos con los que se conduce el gobierno provincial y principalmente por no haberles permitido tener mayor injerencia en el armado de la estructura partidaria, haciendo público su enojo sin importar si las formas de sus reclamos eran o no funcionales a la oposición y perjudiciales al propio espacio.
Una de las máximas de la liturgia peronista habla de “distintas clases de lealtades: la que nace del corazón, que es la que más vale, y la de la que son leales cuando no les conviene ser desleales”. Ese parece ser el mal de estos tiempos en el PJ santafesino, fomentado por una necesidad dirigencial de intentar sacar ventajas de su participación o apoyo a determinado candidato, no actuando por convicción sino por ambición y es muy fácil que puedan ser seducidos por una mejor propuesta de un espacio opositor, sin siquiera ponerse a meditar si los ideales que lo representan están en las antípodas del pensamiento del partido al cual pertenece.
En la particular geografía del PJ de la provincia algunos reconocidos dirigentes se esfuerzan en defender la premisa que los sectores filo kirchneristas pueden ganar una elección en Santa Fe, y terminan siendo ilusos, románticos u obcecados sobre esa posibilidad de éxito electoral. En el transcurso de esta semana un joven militante del peronismo de Rosario nos profesaba su pensamiento al respecto: “El kirchnerismo en la provincia es piantavotos” y si colocamos los números sobre la mesa de los últimos resultados en las elecciones nacionales en la provincia estos solo sirven para confirmar contundentemente esa sentencia.
Quizás son esos propios dirigentes, en la actual coyuntura, los que se han encargado en convertirse en una especie de “Jinetes de la Apocalipsis” del PJ y han ocupado su tiempo en sembrar escepticismo en el espacio para generar un clima de derrota anticipada, persiguiendo como fin intentar perjudicar las posibilidades del actual gobierno provincial en la próxima contienda electoral, simplemente por tener diferentes concepciones de cómo debería ser la construcción política.
Hace unos días un activo dirigente peronista compartía con este medio que “son muchos los compañeros que dicen una cosa y hacen otra, juran ser peronistas y después en los grupos de las redes sociales despotrican contra el gobernador y contra el partido y les desean el peor de los males. Como será que hasta alguno ponderó en exceso las cualidades de un candidato a gobernador de la oposición tratando de convencer a los propios que lo votaran. Mas traidores no pueden ser y así nos va”, nos acotaba inmerso en un dejo enojo y resignación por las malas acciones de los “cumpas”.
El peronismo santafesino atraviesa una etapa de reacomodamiento y reinvención, más allá de las diferencias que existen entre muchos de sus dirigentes, el partido debería esforzarse por dar un enorme gesto de madurez y de grandeza, sobretodo pensando en “el día después” de conocidos los resultados de la interna partidaria de la PASO venidera, que a esta altura parece inevitable.
Todos los sectores del PJ de Santa Fe están obligados a coincidir en una unidad necesaria, sea o no con diversidad, pero unidad al fin. Sabedores ellos de que si llegan divididos a las elecciones del año próximo, será como sentenciar el destino del partido a una derrota irreversible. El peronismo y sus actores provinciales reconocen al unísono que solo estando “todos juntos” al momento de las urnas podrán hacer realidad y en forma efectiva la histórica arenga partidaria del “todos unidos triunfaremos”.Viendo los tiempos díscolos en los que está inmerso el espacio, necesitarán de la totalidad de sus creyentes y de muchas velas prendidas para que así sea…