Niñas y niños de una colonia municipal del noroeste protagonizaron un paseo diferente
El inicio del mes de febrero no es solo una fecha más en el calendario. Al menos no para los más de 50 chicos y chicas de distintos hogares y organizaciones sociales que asisten a la colonia municipal del Polideportivo Garzón y que este jueves disfrutaron de una jornada deseada explorando los entornos y secretos del parque de la Independencia, donde todo lo que encontraron y los esperaba se transformó en una gran oportunidad.
La actividad comenzó a las 17, con la salida del transporte desde el polideportivo ubicado en Garzón 351, distrito noroeste, hacia el Museo Castagnino, donde las y los participantes, nada más llegar, se dedicaron a observar atentamente la muestra ‘Habitar lo Blando’ de Marina Gryciuk. Estuvieron acompañados por el equipo del museo y sus coordinadores y reflexionaron sobre la relación entre el ser humano y su entorno, explorando nuevas formas de experimentar el mundo a través del arte.
La obra ‘Maraña’ (2023) pende sobre la cabeza de quienes la visitan, es una pieza textil construida con restos de ropa descartada. Las perspectivas van cambiando de acuerdo a quienes la miran y el pasillo de repente se vuelve angosto ante la marea de niñas y niños que se detienen debajo del movimiento tentacular del objeto.
“Fideos con salsa”, dijo uno de los chicos. “Medusa”, respondió otro, mientras lo lúdico se apoderó del recorrido y ensayaron posibles formas de nombrar lo ya nombrado y darle su significado de infancia, ese tamiz fresco y sorprendente que trae aparejado un mundo donde todo está por descubrirse.
En otras de las salas del Museo Castagnino hay una representación textil que emula esos lugares habitables como un nido, como un hogar de puertas abiertas que invita a sentir su calidez. Chicas y chicos se dividieron en grupos. En ese entrar cauteloso pero de energía contenida, fueron descubriendo los hilos que tejen los vínculos. Sus cuerpos pidieron entrar en la obra, dejarse abrazar por una proyección de familia pero sin olvidar, bajo las voces de las y los coordinadores, que estaban en un museo y no se podía tocar nada. Límites que se desdibujan cuando la mirada vuela y chicas y chicos juegan a ser pájaros.
Al final del recorrido por el Castagnino, no fueron las mismas personas que entraron. Desde el Polideportivo Garzón hasta el centro de la ciudad, caminando por el entorno del parque y en esa travesía por el alma de una artista, su mirada cambió. Y hubo quienes pudieron decir, por primera vez, que visitaron un museo. Euneley, una de las niñas más entusiastas, así lo hizo saber, mientras se abanicaba con el folleto de obras y, al mismo tiempo, observaba las fotos.
En ese acompañamiento de adultos se sumó el secretario de Cultura y Educación, Federico Valentini, quien destacó la importancia de organizar este tipo de actividades desde el municipio y agradeció la colaboración de la Secretaría de Turismo y Deporte que facilitó, a través de la referente del área, Alejandra Mattheus, la organización del evento.
“Es genial ver chicas y chicos explorando la ciudad y conociendo los espacios culturales. Es especialmente gratificante ver la alegría en sus caras al descubrir lugares que quizás no conocían, como el Museo Castagnino. El hecho de poder acercarlos a las instituciones culturales es realmente valioso, y estoy seguro que esta experiencia quedará marcada en sus vidas para siempre. Dormir en el Jardín de los Niños por primera vez es algo que seguramente recordarán con cariño”, destacó el funcionario.
Rápidamente las luces del atardecer se colaron en las caras tibias de infancia y el museo dejó de ser un espacio posible para salir a la luz del Independencia, con su amplia tonalidad de verdes y el rocío de sus fuentes que trajeron alivio a una jornada calurosa.
Ágata y Lucía, del Museo de la Ciudad, fueron las encargadas de guiar un nuevo Parque Explorado, esta vez en una edición más que especial. Los pasos se volvieron pausados, se aceleraron sólo para alcanzar las historias que se escapan entre el sonido de las aves y la música de fondo de las aguas danzantes. En ese camino, chicas y chicos encontraron naturaleza en abundancia, saludaron a los cientos de árboles que rodean el lugar, descubrieron una estatua dedicada a los perros callejeros, y se admiraron con la Dama del Lago, que se mantiene impoluta para ser recordada por cada rosarina o rosarino. Interactuaron con los patos y las tortugas y jugaron a ser quinceañeras en el calendario floral.
Ya en el Jardín de los Niños, las actividades continuaron con juegos nocturnos en la Montañita Encantada. Llevaron linternas para no perder ningún detalle e hicieron un silencio único, distinto al del museo, para escuchar los diferentes sonidos, voces, que tanto en un lado como en el otro tienen algo para decir. El respeto por las formas sabias aflora naturalmente cuando hay jóvenes atentos, como es el caso. Árboles añosos, mensajes escritos en la piedra, espejos que alteran la percepción, fueron algunos de los elementos descubiertos en esa travesía. Los insectos se colaban en las conversaciones para estar presentes en la actividad y se perdían en el candor de las luces del celular.
Ya lo advirtió Gardel en ‘La noche que me quieras’: “Las estrellas celosas nos mirarán pasar”. Claro está que El Zorzal nunca pensó en Rosario y mucho menos en esta actividad al cantar esas estrofas que igual se aplican perfectamente para describir el picnic nocturno que compartió el grupo como broche de una jornada increíble que finalizó este 2 de febrero, con un desayuno de despedida, en el que predominó un brillo que ya no es una circunstancia astronómica, porque a partir de esta experiencia cada niña y niño lo lleva en su mirada.