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Milei juega a ser Milei porque “nadie aún se hizo cargo de la sortija de la calesita opositora” en la Argentina

Sergio Alcázar

El rol de la oposición en la Argentina está dejando muchísimo que desear, porque en estos álgidos tiempos que atraviesa el país no ha podido generar ningún posicionamiento político serio, una clara postura que pueda servir para movilizar el apoyo y la empatía en esa importante parte de la sociedad que aún se muestra –como nunca antes– confundida y principalmente, resignada a soportar estoicamente un ajuste económico que arrasó sin piedad con el poder adquisitivo de la clase media y que además agregó 10 puntos a los tristes índices de pobreza en solo seis meses de su gestión, según los datos publicados recientemente por la UCA.

Javier Milei no solo aborrece la democracia, sino que ha dado cabales muestras de un rechazo venal por todo lo que tenga que ver con el Estado y sus instituciones. En ese terreno de odios expuestos por el mandatario contra la casta política, hasta ahora nadie le ha salido al cruce con “aires de autoridad” y eso es lo que hace mucho ruido en la gente, porque esas “buenas intenciones” hechas públicas por muchos dirigentes catalogados como “dialoguistas” para otorgarle herramientas de gobernabilidad al Ejecutivo actual han corrido peligrosamente los límites del respeto que debería tener cualquier gobierno democrático que se precie como tal, con el Congreso y la Constitución misma. 

El oficialismo obtuvo un triunfo pírrico en el Senado con la votación a favor de la Ley Bases, logrado a través de un desempate y gracias a los “buenos servicios” de la vicepresidenta Victoria Villarruel que inclinó con su voto la partida parlamentaria a favor de los intereses del gobierno. Justamente lo inaudito es que muchos de esos legisladores a los cuales el presidente trató de manera recurrente de formar parte del “nido de ratas” que representa para él, el Congreso, le dieron su respaldo.

Javier Milei descree del valor del Estado y las instituciones por esa razón actuar de manera tan temeraria contra la democracia.

No se entiende demasiado que tantas agresiones no hayan provocado alguna lógica respuesta de parte de los representantes de las provincias en la legislatura nacional, porque como dijo hace un tiempito atrás, Pedro Sánchez el presidente del gobierno español “en política no todo vale”, más cuando las durísimas embestidas dialécticas propinadas contra la oposición por el libertario, han vulnerado los más básicos preceptos que propician la normal y necesaria convivencia en sociedad.

La “democracia está en peligro”, es el recurrente un pensamiento inconfeso que ronda por la cabeza de cada uno de los diputados y senadores de la oposición, y para justificar esa temeridad solo hay que recordar al presidente diciendo que “es un topo que quiere destruir al estado desde adentro” o algo peor, un Terminator que viene de un futuro apocalíptico con ansias de venganza y que busca afanosamente acabar con todos aquellos valores que le dieron forma a nuestra Patria. ¿Por qué ese temor en ciernes sobre la posible pérdida en la calidad democrática del país, no ha generado una reacción en los legisladores? La respuesta hay que buscarla en esa absurda necesidad que hoy tienen muchos dirigentes de verse políticamente correctos ante los ojos de la sociedad, lo cual los lleva a tener que ignorar el valor de sus propias convicciones.

El presidente tiene una recurrente visión sobre si mismo como un “Terminator” que viene de un futuro apocalíptico para salvar el país.

El titular del Ejecutivo nacional es con seguridad, el político menos validado en poder real y legislativo de los últimos 40 años desde la vuelta de la democracia, eso no ha sido obstáculo para que el economista maltrate – a diestra y siniestra – a cuanto dirigente opositor se ha cruzado en su camino osando pensar distinto. Es casi un mantra de estos tiempos escuchar decir; “lo malo que ha sido el gobierno de Alberto para que haya ganado Milei”, en esa frase quizás se esconde el “santo Grial” que permite justificar las razones para este momento “raro” que le toca vivir a la democracia argentina. 

En el abanico de posibles postulantes para hacerse cargo de la conducción de la oposición a nivel nacional aparecen como opciones: Leandro Santoro, el gobernador Axel Kicillof, el ex gobernador de Córdoba Juan Schiaretti, Martín Lousteau, Facundo Manes y no mucho más. El mandatario bonaerense es el que se ha mostrado más activo hasta el momento marcando un fuerte contrapunto con el presidente, Schiaretti por su parte, acelera los tiempos para su regreso después de haberse autoexcluido, como si fuera parte de un plan o estrategia, en “cuarteles de invierno”.

Juan Schiaretti tiene decidido volver al ruedo para instalarse como una alternativa válida opositora en la Argentina.

El cordobés es el que más consenso obtendría, en gran parte del parque electoral, sobretodo, por su capacidad de generar acuerdos, eso si decide plantarse firmemente ante el avasallamiento que pretende llevar adelante Milei contra la institucionalidad del país. “Es hora que los dirigentes dejen de mirar las encuestas y decidan convertirse en una real alternativa opositora”, fue el consejo que compartió con este medio un importante consultor político de Buenos Aires. Habrá que ver si alguno de los posibles candidatos ha tomado debida nota de ello.

El actual escenario político de la Argentina le reclama a la oposición fijar una postura clara que pueda representar a ese 55% de pobres que hay en nuestro territorio y a los otros tantos más de argentinos que para nada están de acuerdo con el rumbo que está tomando el país. El gran desafío que tiene por delante la dirigencia opositora es romper con los paradigmas existentes para intentar generar “otra alternativa”, una que vaya más allá de los variopintos matices ideológicos de los espacios que la puedan llegar a componer, convergiendo ese armado en algo así como un “frente político en defensa de la democracia”, y cuya principal plataforma sea defender el valor de un Estado presente, al mismo tiempo que permita fijarle límites a un gobierno que descree totalmente de las instituciones.

El diputado nacional, Oscar Zago cometido un “sinceridicio” al reconocer que el gobierno canjeó el voto a favor de la Ley Bases de la senadora Crexell a cambio d euna embajada en la Unesco.

La notoria baja en el índice de inflación del mes de mayo, parece ser la única “medalla” que puede mostrar el oficialismo como un éxito de gestión en su breve mandato. El destrato a la clase política, el escándalo en Capital Humano, la desafortunada confesión de Oscar Zago reconociendo que el voto a favor de la Ley Bases de la senadora Lucila Crexell fue a cambio de una embajada ante la Unesco, resultan hechos que no hacen más que dinamitar la débil credibilidad que tiene un gobierno que se prodiga con obstinación en el arte de “meter la pata”.

La inacción e inercia que expone gran parte de la dirigencia opositora, permite entender por qué Milei juega a ser Milei con tanta tranquilidad e impunidad. El “encantamiento” que genera la “luna de miel” que goza cada gobierno en sus inicios, se empezará a “esfumar” de manera drástica en el segundo semestre del año 2024 sino aparecen las buenas noticias que devuelvan algo de esperanza por una vida mejor en la gente. “A los tibios los vomita Dios”, reza un versículo del Evangelio, en las acciones que decidan tomar los más representativos dirigentes opositores para romper con la tibieza exhibida, estará atado, como nunca antes, el destino y el rol que le cabrá a la oposición política para enfrentar el devenir de los hechos en la Argentina.

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