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“Me quitaron todo”: el relato de la joven abusada por cuatro futbolistas

El 3 de marzo de 2024, Luli regresó a su casa siendo otra. Las marcas en el cuerpo, el short con sangre, el mareo, una resaca desconocida prendieron todas las alertas. Los recuerdos comenzaron a caer como piñas a lo largo de la jornada.

Esa certeza que hora tras hora emergió a la superficie con una conciencia devastadora sumado a la charla con quien hoy es su abogada, Patricia Neme, fueron claves para entender lo que Luli relata con una claridad y dolor innombrables, en una entrevista con la periodista Carolina Fernández.

“Me violaron. Me drogaron e hicieron con mi cuerpo lo que quisieron. Fue por un contacto previo en instagram de Sebastián Sosa (ex arquero de Vélez). Él me invita al hotel a tomar algo. Cuando llego, Sosa estaba acompañado por otros tres compañeros”, confesó la víctima.

“En medio de bebidas que debo decir fueron escasas, perdí en el conocimiento, perdí el control de mi cuerpo, quedé dormida por momentos, por momentos sentía frío,  momentos en los que el cuerpo no me respondía a lo que la cabeza decía, sentía mareos, sentía vergüenza durante los abusosporque mientras me estaban abusando dos jugadores yo miraba a la otra cama como diciendono me gusta lo que está pasando ayúdenme”, agregó la denunciante.

La damnificada resaltó que “no tenía fuerzas ni para agarrar a José Florentín de los pelos”: “Sentía que tenía fuerza pero no sé qué tanta fuerza tenía en ese momento. Me sentía como una milanesa que la ponen en cuatro y el abuso continuaba y no tenía voz, más que para decir no”, describe, mientras mueve las manos con la ansiedad de la verdad en los dedos.

“Cuando me voy, me sentía cada vez peor en el Uber. Estaba mareada, tenía que mover los dedos con mucho control para poder escribir. Al otro día me levanto y empiezo a sangrar. Algo se me estaba gestando dentro como diciendo que lo que había pasado anoche no estaba bien. En el almuerzo me agarró un estado de angustia que no pude manejar. A las 6 de la tarde me levanté con una sensación de bronca, de impotencia y de angustia pensando porqué me hicieron lo que me hicieron y eso fue lo que le pregunté a Sosa: ¿Por qué me agarraron así? Me agarraron entre tres, uno por abajo, uno por la boca, qué grado de perversidad puede tener una persona para escuchar lo que yo le decía y responderme  -pero si yo te ví bien-?”, manifestó. 

Según Luli, esa es una de las contradicciones de Sosa en su testimonio, ya que la víctima cuenta que Sosa declaró que “en el lapso de los hechos él estaba dormido”.

Durante este tiempo de revictimización bestial, ella comprendió que las víctimas tienen el deber de demostrar, que no alcanza con los hechos y las pruebas, que hay un sistema dispuesto a triturar a toda persona que intente romper con el status quo. 

Luli decide con buen tino resguardar su identidad. Tucumán es una provincia conservadora, con muchísimos prejuicios en torno a las víctimas de abuso sexual. 

Escribo esto y pienso en la vuelta de la esquina de mi casa en el barrio porteño de Saavedra. La embestida machista existe en todas partes, pero después de viajar a San Miguel de Tucumán para realizar informes de GPS y escuchar muchísimas más historias de las hasta ahora emitidas, puede afirmar que en el jardín de la república hay un caldo de cultivo machista aún más espeso que en las generalidades argentinas.

“Me sacaron mi profesión, mi sueño de formar una familia, mis proyectos. ¿Quién me va a querer? Me llenaron de culpa”. Ella habla y yo no sé cómo abrazarla. “ Me abusaron ellos, me abusaron los medios y el principal abusador es el sistema judicial”, enumeró con los dedos.

En la entrevista pidió que la cámara la tome de espaldas o de costado. Sin embargo a 24 horas de la emisión del informe de GPS en América TV, la revancha de una justicia rancia, patriarcal y corrupta, toma cuerpo a través de un brazo letal que, para estos fines oscurantistas, se utiliza: un pasquín titula una noticia con el nombre y apellido de la víctima. 

Dicen que la venganza es un plato que se come frío. Aquí la torpeza saca un plato hirviendo, con una receta que huele a podrido, violando todas las normas internacionales que rigen para los medios de comunicación en relación al tratamiento de casos de abuso contra la integridad sexual. 

Algo que aprendí durante esos días en el jardín de la impunidad es que las reglas son escritas y corregidas a conveniencia por los que deberían impartir justicia, que la Legislatura es una escribanía de poca monta y que las víctimas, si sobreviven, son inducidas a la hoguera o condenadas al exilio.

Luli no pudo caminar nunca más por los pasillos de un hotel hasta el día en que fue entrevistada. Se sacó el uniforme de su trabajo y se cambió de una forma más neutra, cuidando su identidad. Le transpiraban las manos y hablaba entrecortado. Desde aquella noche, ella y su familia vacacionan en casa, nunca más en hoteles.

Los denunciados, José Florentín, Abiel Osorio, Brian Cufré y Sebastián Sosa, fueron detenidos con prisión preventiva que inmediatamente se transforma en domiciliaria en un country donde viven varios funcionarios judiciales. Con la llegada de la jueza Adriana Reynoso Cuello, vecina del country de los acusados,  los deportistas se liberan de la prisión preventiva y retoman su profesión  y su vida. ¿Ella? No volvió a trabajar como periodista deportiva. Aún hoy no puede recuperar su vida sexual y afectiva. Perdió amigas que fueron imputadas en una causa espejo y llamadas a declarar infinidad de veces. 

Luli tiene un registro de búsqueda en Google que se asemeja a una película de suspenso: “Si ves mi historial de búsqueda vas a encontrar  formas de hacer un nudo para ahorcarse”, por ejemplo.

Ella siente que perdió todo con 26 años y una vida por delante.

“Perdí a mis amigas de toda la vida. La fiscalía se encargó de cumplir a la defensa todos los antojos de todas las testimoniales que querían, llamaron a todas y son cosas que van interviniendo en la relación, desgasta. Se hizo muy mediático todo. No es fácil un proceso tan injusto para la víctima y para su entorno”, justificó.

Luli tuvo dos intentos de suicidio, uno de ellos fue el día que allanaron su casa por una “causa espejo” donde la justicia tucumana va más allá de cualquier límite imaginable: la acusan de falso testimonio, entre otros delitos. La denuncia fue realizada por uno de los imputados por violación: Florentín.

“Por lo menos una vez al día digo no doy más. Tengo ataques de pánico muy seguido, me veo perdida en la vida, muy seguido no sé para dónde caminar. me proyecto a futuro y digo quien va a querer estar conmigo. Me pusieron el título de gato y de un montón de atrocidades. ¿Cómo sigo mi vida? ¿Cómo me rearmo? . Llevo 21 días y la causa no está elevada a juicio. Ellos están libres y yo presa”, recriminó. La Fiscalía le da todos los permisos: para jugar al fútbol, para irse de vacaciones, para la pretemporada.

¿Cómo impacta un titular en un diario donde se estigmatiza a una víctima de abuso sexual?: “Yo me estaba bañando y mi papá me dijo que había una nota en el diario. Salí y me fui directo a la fiscalía. Llegué y no me querían atender. Insisto, no me podían frenar. Hablé con la auxiliar fiscal. Le dije: Me quiero suicidar, no me quiero morir, me quiero matar. Quiero saber ya: si yo me suicido, ¿la causa, cómo sigue? Después llegó la abogada, la fiscal, mi papá y pasamos al despacho. Ahí yo le digo a la fiscal que nunca me habían cuidado que hace 12 meses que solamente me investigaron a mi y no a mis abusadores. Yo hace 21 meses que vengo de rodillas pidiendo justicia mientras Florentín está en Paraguay jugando al fútbol”.

Hay otro puñal que Luli se clava por adelantado y no sé cómo cortar ese sangrado: “¿Sabes que pasa? me invitan a salir chicos, se enteran quién soy y se van.  Estoy quemada por culpa de la justicia. La noche del abuso me quitaron todo y la justicia tucumana se encargó de quitarme más cosas al no hacer nada. Estoy agotada psíquica y mentalmente. No puedo más”.

Si se recuerdan casos como Marita Verón, Paulina Lebos, Paola Tacacho, Karla Robles, no se puede dejar de pensar que las palabras de Luli tienen un respaldo contundente de un pasado judicial con las manos manchadas de sangre.

“¿Cuántas muertes tienen en la espalda? Tiene que seguir la mía para que digan “Sí, hicimos las cosas mal?”. La lucidez, la claridad, el dolor, la impotencia y la honestidad brutal de esta chica de sólo 26 años me deja fuera de cancha.

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