Literal, “nos gobierna un majadero”

Cuando daño hace “no haber tenido una buena infancia” y no es solo una frase acunada en la psicología infantil, ni mucho menos un cliché de ocasión, tal sentencia nos sirve para justificar en algo, la dantesca performance de Javier Milei en el Movistar Arena, sobretodo en su rol de cantante, en un evento que tenía como objetivo original la presentación de su libro “El milagro argentino”. Su faena ha generado – en gran parte de la sociedad – una indefendible “vergüenza ajena”, Milei siempre ha tenido como meta de vida “figurar”, sea como dé lugar, lo hizo primero peregrinando por los canales capitalinos como panelista económico y lo confirmó anoche, cuando dejó al descubierto su inocultable alma de “rockstar” de la política.
Muchas y matizadas, son las sensaciones que generó la presentación del libertario, todas o casi todas muy malas, porque esta “estudiantina jocosa” que propuso el presidente a sus “fieles” en un colmado escenario, por momentos rayó lo absurdo. El karaoke presidencial fue tan bizarro que con un solo acorde destrozó un tema tan emblemático para la historia del rock nacional como “demoliendo hoteles”, ofrendado a la multitud que lo rodeó con una versión por demás de caricaturesca, desafinada y agresiva. “Pobre Charly”, seguramente habrán pensado muchos anoche al escuchar tan sacrílega versión de uno de sus éxitos.
Milei cantó con la euforia de adolescente rebelde un tema icónico para el rock nacional, sin importarle demasiado haber caído con su interpretación en una evidente y flagrante contradicción moral, ya que más allá de su investidura, él representa a un espacio que hace del “negacionismo de la dictadura, una bandera”. “Hay un horrible monstruo con peluca, que es dueño en parte de esta ciudad de locos”, rezaba la letra “Superhéroes” de Serú Girán. Háblame de predicciones de Charly García, ah… y “sácala del ángulo Parravicini”.

Cuantos hoy, con el diario del lunes, estarán suplicando por tener en el poder a un burócrata de traje que sepa gestionar, sin importar demasiado que no tenga ningún carisma y mucho menos, traumas no resueltos. La llegada al poder de Javier Milei deberá servir para replantear seriamente todos los paradigmas que rodean a los candidatos, partidos y electorado al momento de elegir a los dirigentes. Este “síndrome de Estocolmo” que sufrimos hoy al sentirnos conejillos de Indias de esta gestión de gobierno a contramano de lo que necesita la sociedad, debe llevar a decirle basta a este tipo de experimentos electorales y batallas culturales, el sentido común deberá privar siempre, ante todo, y lo están exigiendo los argentinos sufrientes con una exagerada unción.
Mas allá de satisfacer un gusto personal, y de cumplir un sueño, Milei preparó un pomposo acto que tiene solo valor en lo personal, pero el error radica que lo hizo efectivo en un momento totalmente inadecuado, en medio de una crisis política y económica feroz, estando aún muy caliente el hecho de corrupción que involucró a su principal candidato en PBA (José Luis Espert), quién tuvo que bajar su candidatura a diputado nacional “por haber reconocido el mismo” tener vínculos con el narcotráfico a causa de los “favores” realizados hacia su persona, por un tal Fred Machado.

Lo que agudiza al extremo la crisis de LLA es que además, los bolsillos de los argentinos se encuentran devastados por una brutal recesión resultante del ajuste impuesto, donde muchos ya no llegan ni siquiera al día 20 de cada mes. ¿Era necesario armar este show en tan delicado momento social? La respuesta se contesta por sí sola con un rotundo “no”, aunque para el “particular imaginario” del mandatario, el contexto quizás le pareció ideal. “Está loco el perro”, solía decir un viejo amigo de barrio Tablada, y viendo esta realidad distópica que atravesamos, nobleza obliga reconocer que el “negro zepe” tenia mucha razón.
Hoy muchos argentinos amanecieron envueltos en la resaca de la vergüenza, incredulidad, estupor y desazón que provocó ver a su presidente con su deshonroso “recital”, donde su actuación superó cualquier estadío de ficción. No hay modo alguno que después de ver al presidente en el Movistar Arena se pueda alimentar alguna pizca de optimismo para el futuro. En las redes sociales con un dejo de unanimidad casi todos se pronunciaban en favor de señalar “que nos gobierna un imbécil”. Como da mucho prurito referirnos de esa manera hacia la sagrada investidura de un mandatario, preferimos decir que “nos gobierna un majadero”, aunque para el caso, resulte ser prácticamente lo mismo.