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La miopía es una enfermedad y no se resuelve solo con anteojos

La miopía no se resuelve solo con anteojos, según alertan los especialistas, a la vez que señalan que afecta cada vez a más niños y adolescentes, progresa con el tiempo y puede provocar complicaciones severas, por lo cual advierten sobre la necesidad urgente de reconocerla como una enfermedad y actuar en consecuencia.

Cada 14 de junio se conmemora en Argentina el Día Nacional de la Miopía, una efeméride que busca visibilizar una condición visual que ya dejó de ser solo eso: una verdadera enfermedad que está creciendo de manera alarmante a nivel global, especialmente entre los más jóvenes.

Las proyecciones son claras: en 2050, la mitad de la población mundial será miope. Sin embargo, muchas veces se la sigue considerando como un mero “problema de anteojos”.

“Si una alteración en la estructura ocular afecta el enfoque de la luz, progresa con el tiempo y genera otras enfermedades oculares asociadas, entonces no puede seguir tratándose como una simple condición”, afirma el Dr. Roberto Albertazzi (M.N. 54.836), médico consultor en Cirugía Refractiva del Consejo Argentino de Oftalmología (CAO).

Dos causas, un mismo riesgo

La miopía puede tener dos orígenes principales, ya que, por un lado, está la forma congénita o hereditaria, que suele manifestarse antes de los 7 años y es más frecuente cuando uno o ambos padres son miopes y, en estos casos, la epigenética -disciplina que estudia cómo el ambiente modifica la expresión genética- juega un rol clave.

Por otro lado, está la miopía adquirida o ambiental, que es la más frecuente hoy y está relacionada con el estilo de vida, ya que, el uso excesivo de pantallas, las malas condiciones de lectura y la falta de exposición a la luz solar natural están contribuyendo al aumento global de casos. Esta forma no se corrige solo con lentes: requiere seguimiento médico y el uso de tecnologías específicas, como los lentes de defocus periférico, diseñados para frenar su progresión.

Durante años, se difundió la idea de que la miopía no era una enfermedad lo que habilitó que ópticos y profesionales no médicos indicaran tratamientos sin formación clínica completa, pero ese enfoque tiene consecuencias: diagnósticos tardíos, riesgos subestimados y pérdida de tiempo valioso para intervenir en la infancia, cuando el desarrollo ocular es más sensible.

“El primer paso es nombrarla correctamente”, advierte Albertazzi. Solo así se podrán implementar medidas estructurales, como:

  • Reglamentar la prescripción óptica en todo el país
  • Impulsar programas de prevención en escuelas.
  • Asegurar el seguimiento médico profesional de cada paciente.

Reconocer a la miopía como una enfermedad no es una exageración: es una necesidad. Desde el Consejo Argentino de Oftalmología (CAO), entidad que agrupa a todas las sociedades y cátedras de oftalmología del país, insisten en la importancia de cambiar la mirada para proteger la salud visual desde edades tempranas.

“Estamos frente a una epidemia que afecta a millones. Actuar ahora es la única forma de frenar su avance”, concluye el Dr. Albertazzi.

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