“La hora de los gremios”: En la reconstrucción del peronismo se hace necesario que el movimiento obrero recupere un lugar de poder

En la historia del peronismo, los sindicatos se convirtieron en una herramienta clave para la implementación de las políticas de protección social y laboral, como el aumento de salarios, la creación de la legislación laboral y la expansión de la seguridad social que emanaban desde el gobierno. Esa incidencia les permitió obtener un poder y una influencia sin precedentes en la escena política y económica argentina. Los gremios se convirtieron en una necesaria pata de la mesa del Justicialismo, mediante la cual sustentó su estructura partidaria y sobretodo, consolidó su armado político.
Los gremios con el paso del tiempo y con las transformaciones que sufrió el peronismo dejaron de ser tenidos en cuenta por los distintos candidatos al momento de armar cada una de las listas electorales, relegando de esa forma su importancia a un segundo plano, y solo recurrieron a los mismos cuando las campañas así lo requerían, por necesidad de recursos económicos, distribución de volantes en la vía pública o por la propia fiscalización de elecciones. “Se acuerdan de nosotros cuando necesitan plata o para cuidar las mesas en los comicios”, se quejaba hace tiempo atrás un reconocido dirigente gremial con este medio, con un inocultable fastidio por el destrato de los políticos hacia el movimiento obrero santafesino.
Salvo el emblemático caso de Oscar “Rabanito” Barrionuevo, secretario general del sindicato de Obras Sanitarias que llegó a ocupar cargos de “concejal” en la ciudad de Rosario, “diputado provincial” en el Congreso de la Provincia y hasta se convirtió en el primer ministro de Trabajo de Santa Fe, el vínculo de acuerdos políticos entre el peronismo y los gremios estuvo signado por repetidos desencuentros, transformando esa relación en una “avenida de una sola mano”, porque muy pocas veces hubo una contraprestación de la dirigencia peronista con los gremios, para que ese reconocimiento se transforme en lugares en las listas para ocupar bancas en los cuerpos legislativos municipales, provinciales y nacionales. Esa actitud egoísta de los dirigentes del partido hizo trizas esa impronta de generosidad, especialmente hacia la clase trabajadora, que siempre caracterizó la vida del peronismo.

Después de la dura derrota electoral en Santa Fe del año 2023, donde el peronismo ni siquiera fue competitivo, exigió al espacio hacer una fuerte autocrítica y un necesario replanteo sobre los caminos que debe tomar de ahora en más el espacio. Sin figuras rutilantes y convocantes, sin líderes respetables a la vista, el peronismo debate su supervivencia en un momento donde existe una profunda confusión entre sus filas. El triunfo de Juan Monteverde sobre el senador nacional, Marcelo Lewandowski sepultó las pretensiones del periodista a futuro para postularse a conducir el partido y obligó al peronismo que no comulga con la ideología K a buscar un nuevo lugar de pertenencia con otras referencias dirigenciales. En esta época de vacas flacas del PJ en la provincia los gremios se pueden convertir en ese buscado “oasis” desde donde poder generar la renovación partidaria.
Para que los sindicatos vuelvan a sentarse en la mesa de las “decisiones” políticas, antes deberán encontrar puntos de “coincidencia” entre sus dirigentes para establecer las bases de una “imperiosa unidad” gremial. Una mancomunión que todos los referentes gremiales reclaman, algunos lo hacen por lo bajo y otros vociferándolo a los cuatro vientos, aunque para que haya un verdadero ordenamiento del movimiento obrero, cada uno de esos dirigentes deberá dejar de lado “los egos e intereses personales” para lograr, en los hechos, consumar esa unión que les permita mostrarse ante los gobiernos de turno con otras fortalezas. “Un gremialismo unido, jamás será vencido”, la frase debería estar tallada por un profundo compromiso dirigencial antes que por una colorida retórica dialéctica.
La Intersindical Rosario, La CATT, los gremios que están afuera de estos acuerdos y la CGT rosarina que espera por su “postergado bautismo de identidad” deberán asumir el desafío de sentarse todos en una misma mesa para intentar transitar- a pesar de los lógicos matices y diferencias – por un camino de crecimiento mutuo y en donde conseguir la representatividad gremial en la política no se transforme en una verdadera quimera. Para que el sector sindical vuelva a creer en los candidatos de la política y decida encolumnarse detrás de ellos deberán establecerse nuevas pautas de acuerdo, en donde – principalmente – se respete otorgarle una debida participación al movimiento obrero en cada una de las venideras listas. Quién acuerde con los sindicatos en esas condiciones alineará – sin esfuerzos – a los gremios con unción detrás de su causa. En estos tiempos aciagos para el peronismo santafesino solo resta saber ¿si alguien se animará a levantar ese guante?.