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La fábula de la rana y el escorpión: El Peronismo y “una historia signada por su inagotable resiliencia política”

Por Sergio Alcázar

La trillada frase “al peronismo nunca lo den por muerto” es solo una comprobada expresión que refleja la “resiliencia y la persistencia” del movimiento peronista a través de la historia en la Argentina. Un espacio que desde su concepción ha sabido sobreponerse a persecuciones, fusilamientos, bombardeos a militantes, dificultades permanentes en los caminos de la concepción interna de la fuerza y si hacía falta algo más, ha varias derrotas electorales. El peronismo no se desvanece, ni se rinde, repiten como un mantra sagrado sus dirigentes y para confirmar ese nunca darse por vencido, vale recordar el antiguo apotegma partidario: “los peronistas son como los gatos, que cuando parece que se están peleando, en realidad, se están reproduciendo”, algo de eso puede volver a darse en este momento tan particular del PJ, que necesita de un dejavú existencial, ese que le permita nuevamente sacarle lustre a sus convicciones, principios e ideales.

El presidente Javier Milei con la condena consumada por la Corte Suprema a la ex presidenta, Cristina Kirchner, no debe haber sido una decisión que le satisfaga demasiado, a despertado a un “gigante” dormido, porque el peronismo ha estado ocupado en los últimos años en el “mirarse el ombligo” de sus principales dirigentes y esta circunstancia los ha obligado a retomar la “acción”. Sin “querer queriendo”, el libertario da toda la sensación que parece haberle “prendido fuego a su propio cajón de Herminio Iglesias” porque ha generado que el peronismo nuevamente se ponga en marcha, aunando en una sola dirección a todas las formas y matices del espacio, llevando a los referentes principales del partido a tener que fumar “la pipa de la paz” para refundar el lema partidario de su acción política: “primero el movimiento, después los hombres”. Algo de esto exigió en las últimas horas la propia presidenta del PJ cuando hizo inequívoca alusión a que la construcción del espacio debe estar por encima de cualquier “marquesina” en donde solo se pretenda hacer brillar los nombres propios que forman parte del partido.  

La confirmación de la condena a la ex presidenta Cristina Kirchner no hizo más que sacudir el letargo que se encontraba el peronismo.

Desde el oficialismo nacional festejan la caída en desgracia de la líder de un sector del peronismo, quizás ese gesto – que parece inconsciente e inmaduro, muy propio de una fuerza totalmente novel y desprovista de toda ideología – puede llegar a convertirse en un fatal error. “Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo, estoy aquí, resucitando”, cantaría Mercedes Sosa. Viendo los 80 años de historia del partido Justicialista y ese volver a renacer que ha sido una marca registrada de su vida política transformado en un “Ave Fénix” que recurrentemente regresa de las llamas de la derrota o del propio olvido, para volver a dar una nueva batalla y casi siempre termina convirtiéndose en una estructura política de temer, y que suele llegar a ganar elecciones en los escenarios electorales más esquivos y complejos.  

Los dirigentes políticos de Argentina que apuestan a la desaparición del peronismo deben saber que esa idea en los hechos termina convirtiéndose en una irresoluta “letanía” y ese “deseo húmedo” que añoran en la intimidad muchos referentes de la actual alianza oficialista (LLA-PRO) de ver arriar definitivamente las banderas del PJ, solo alcanza para seguir alimentado el “mito” de que sea posible una nueva y bíblica multiplicación de los panes y los peces de su militancia. El Justicialismo debe inevitablemente reinvertirse, aggiornarse a estos particulares contextos, no solo por las nuevas formas de concebir la política y sino también, en cómo hacer un buen uso de las actuales herramientas virtuales existentes, para poder así generar un necesario buen vínculo con el electorado. “El peronismo debe salir de esta absurda apatía de hoy, ponerse en marcha para así volver a enamorar a la gente”, señaló a este medio un dirigente del PJ rosarino al referirse sobre el futuro del espacio.

El día después a la sentencia contra Cristina exigió inexorablemente a los actuales “popes” del partido a deponer los egos e intereses personales para ponerse a elaborar una puntual “hoja de ruta” sobre los pasos a seguir para la reconstrucción de la fuerza, en donde la ex presidenta – desde su obligado retiro a “cuarteles de inverno” – sea como una guía o un faro desde el cual se pueda propiciar la aparición de “nuevos liderazgos”, esos que puedan devolver al partido a los apetecibles terrenos de la competitividad electoral, cosa que hoy el PJ esta bastante lejos de poder ser un espacio ganador.  

La Suprema Corte confirmó la sentencia contra Cristina Kirchner con la cual la inhabilita a competir en las próximas elecciones en la provincia de Buenos Aires.

Mientras se discute por estas horas cómo serán los términos de la detención de Cristina, aunque algunos funcionarios desde el gobierno insistan con cierta devoción en hacer realidad el sueño de “la foto” de la líder presa, el escenario político de repente, se le ha vuelto muy incierto al presidente Javier Milei, porque la proscripción y condena de la ex presidenta solo hizo de manera contrafáctica,  agigantar su figura y este hecho hasta puede llegar a provocar la canonización de su imagen para de esa manera poder encolumnar a muchos sectores políticos – no solo del peronismo- detrás de su causa.

A tres meses de las elecciones legislativas en Buenos Aires, donde se juega gran parte de las aspiraciones electorales rumbo al 2027, no es antojadizo recordar la fábula de la rana y el escorpión, porque el oficialismo (la rana) con esta condena a Cristina le ha permitido al peronismo (en fuerte crisis interna) cruzar con otras expectativas el río de la campaña hacia el 7 de setiembre y no es descabellado pensar que el PJ (escorpión) llegado el momento de las urnas, pique a la rana y le gane la elección. ¿Por qué me ganaste, si yo te ayude?, le preguntarán oportunamente – algo consternados – desde el gobierno. Porque “es mi naturaleza”, le responderá, sin un ápice de duda y con un aura de indisimulable orgullo, el peronismo

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