Juan, el mono argentino que siguió los pasos de Neil Armstrong
Un mono oriundo de la selva misionera, que pesaba un kilo y medio y se llamaba Juan, se convirtió en diciembre de 1969 en el “primer astronauta argentino” al ser enviado al espacio, cinco meses después de la llegada del hombre a la luna.
“El vuelo del mono Juan se da en un contexto donde la Argentina contaba con su agencia espacial que en ese momento se llamaba Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (que hoy es la Conae) y que tenía un intenso programa de trabajo, entre éstos el desarrollo de vectores y el desarrollo de cohetes”, explicó a Télam Diego Bagú, director del Planetario de la Ciudad de La Plata.
El 23 de diciembre de 1969, a las 6.30, se impulsó exitosamente el cohete sonda Canopus II con el mono Juan como tripulante en un vuelo suborbital (no entró en órbita) de ocho minutos de duración, hasta una altura de unos 90 kilómetros, rozando el límite de la atmósfera terrestre con el espacio exterior.
Fue lanzado desde el Centro de Experimentación y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados de Chamical, en La Rioja. Luego del viaje, el mono Juan vivió durante más de dos años en el zoológico de la ciudad de Córdoba.
La experiencia fue llevada adelante por un equipo de ingenieros, biólogos y médicos argentinos, con tecnologías desarrolladas en el país, en el marco de un proyecto bautizado Experiencia BIO, encabezada por el Instituto Nacional de Medicina Aeronáutica y Espacial y la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales.
El proyecto BIO, “a cargo del ingeniero aeronáutico Aldo Zeoli, considerado uno de los padres de la astronáutica argentina, planteaba como objetivo principal la experimentación de seres vivos en lanzamientos de cohetes y, si se podía llegar al espacio, mucho mejor”, contó Bagú. “El primer ser vivo probado con un cohete fue Belisario, una rata de laboratorio, una experiencia de abril del 67 que fue exitosa”, relató.
Indicó que “el cohete alcanzó casi tres kilómetros de altura, muchísimo menos que llegar al espacio (100 kilómetros) pero permitió experimentar con seres vivos arriba de cohetes y sobre todo la aceleración que producen esos lanzamientos”. “La cuestión es que Belisario lo soportó y siguió viviendo varios años después de ese experimento”, remarcó Bagú.
En esta línea destacó que “con la experiencia de Belisario, la Argentina se convirtió en el cuarto país en la historia del mundo en experimentar con seres vivos en el lanzamiento de cohetes después de Estados Unidos, Unión Soviética y Francia”.
Fuente: Télam