Espasticidad: una secuela del ACV que puede aparecer en el 20-30 por ciento de los pacientes
Se estima que en la Argentina, se produce un accidente cerebrovascular (ACV) cada 9 minutos[1] y constituye la primera causa de discapacidad neurológica permanente en las personas adultas. Las secuelas son varias y cada una requiere un tratamiento específico, pero tratarlas de forma temprana permite evitar la discapacidad a largo plazo.
“La espasticidad es un aumento intenso e involuntario del tono muscular. Constituye una secuela motora importante del ACV”, afirmó el Dr. Guillermo Rafe (MP 8425), médico fisiatra, miembro de la Sociedad Argentina de Medicina Física y Rehabilitación (SAMFyR).
Se estima que entre el 20 y el 30 por ciento de las personas que han sufrido un accidente cerebrovascular (ACV) pueden desarrollarla. Los estudios muestran que, entre los 3 y 12 meses posteriores a un ACV, las lesiones cerebrales pueden causar un cambio en los miembros afectados que conduzca a desarrollar una forma incapacitante de espasticidad. Sin tratamiento, en general, a los 3 meses el 27% de los pacientes ha desarrollado espasticidad y a los 12 meses esa secuela ya afecta al 45% de los afectados, siendo el 15% de intensidad moderada severa. “Esto incidirá negativamente haciéndole perder al paciente capacidad funcional e independencia”, agregó el Dr. Rafe.
Sin embargo, las herramientas diagnósticas de las que se disponen actualmente permiten pronosticar el desarrollo de la espasticidad con alta sensibilidad y especificidad, dando lugar a su tratamiento precoz[2].
Tras un ACV, lo primero que debe hacer un paciente es recibir atención de manera inmediata para poder reconocer y evaluar el cuadro. En la etapa de la urgencia en la que el paciente arriba al centro de salud, es atendido por el médico de terapia intensiva y el neurólogo. Actualmente hay, en muchos centros, recursos para tratar de revertirlo. Una vez estabilizado, requiere de una atención y equipo multidisciplinario. Aquí intervienen fisiatras, fonoaudiólogos, terapistas ocupacionales, kinesiólogos, que trabajan conjuntamente con el médico neurólogo.
“En el caso de la espasticidad como secuela, si bien es una condición que no tiene cura, tiene un tratamiento que permite reducir su impacto. Los médicos Fisiatras evalúan junto al equipo las características de la espasticidad en cada caso y trazan un plan de tratamiento” indicó el profesional.
Es fundamental que el tratamiento implique distintos abordajes y técnicas, con el objetivo de reducir el impacto de la espasticidad en los pacientes. La misma puede tratarse con fármacos que actúan tales como relajantes musculares; infiltraciones con toxina botulínica en los músculos comprometidos, yesos seriados; y si se han establecido secuelas pueden indicarse cirugías ortopédicas o neurocirugías.
A su vez, son muy importantes los cuidados posturales luego de una lesión neurológica y las movilizaciones pasivas de las articulaciones afectadas. Además, es necesario que el paciente tenga el equipamiento adecuado (silla de ruedas, férulas, ortesis, entre otros) y que pueda acceder a los tratamientos recomendados en tiempo y forma. “La espasticidad, entonces, no puede evitarse, pero pueden prevenirse sus complicaciones, ya que disponemos de recursos técnicos y farmacológicos suficientes para un adecuado control de sus complicaciones” concluyó el doctor.