¿Cuánta incidencia tiene el factor mental/emocional como causante en las lesiones deportivas?
Las lesiones forman parte del deporte. De alguna forma, los deportistas deben aprender a convivir con esta afección y aceptarlas como parte del alto rendimiento para no quedarse instalados en la culpa y el reproche una vez acontecida.
Sebastián Blasco, director de la Diplomatura en Psicología del Deporte de la Universidad Austral, reflexiona sobre la importancia de hablar de lesiones y los múltiples factores que las causan desde una mirada integral para no caer en sesgos y reduccionismos biológicos ni psicológicos.
“Es necesario observar la carga de entrenamiento, los tiempos de descanso y recuperación, los hábitos de sueño, la calidad de la alimentación, la técnica aplicada en los movimientos de juego, las demandas del entorno, la personalidad del deportista, sus recursos de afrontamiento ante situaciones de estrés, su historia personal, los factores genéticos, la etapa evolutiva en la cual se encuentra, los vínculos, entre tantas otras variables”.
“El deporte actual exige un nivel de juego muy rápido y vertiginoso, donde se deben tomar decisiones en milésimas de segundo. Si repasamos las estadísticas de muchas disciplinas, veremos que los esfuerzos son más grandes, los movimientos más potentes, las ejecuciones más precisas. Los deportistas juegan permanentemente al límite de sus posibilidades físicas. A esto se suman los intereses de la industria, donde cada vez hay menos descansos y más competencias. Este contexto de exigencia, velocidad y visibilidad ha incrementado considerablemente las presiones generando en muchos casos estrés. Como podemos suponer, los altos niveles de estrés hacen a los deportistas más vulnerables a las lesiones, dificultan su recuperación e incrementan el riesgo de recaídas”.
“En la medida en que nos encontremos ofuscados, estresados, ansiosos, irascibles, preocupados, tendremos mayor predisposición a que se produzcan. Por el contrario, cuando percibamos que nos encontramos en armonía, las chances disminuirán. Igualmente, podemos sentirnos plenos, contemplando la gran mayoría de las acciones preventivas y padecer una lesión. Como bien sabemos, no todo depende de nuestras acciones y debemos dejar cierto espacio para que acontezca lo imprevisible”.
¿Cómo forjar factores protectores contra las lesiones?
“Alineándonos detrás de metas acordes a nuestros recursos. Forjando momentos de distención y de descanso. Abriéndonos a otras actividades y personas para contrarrestar la identificación exclusiva donde solo nos definimos por aquello que hacemos. Fomentando el encuentro interior para aceptar lo que vemos adentro nuestro. Y sobre todo, expresando a través de la palabra, nuestras emociones. En un mundo deportivo donde prevalece la acción, debemos forjar espacios para que puede aparecer y circular la palabra. En la medida en que no podamos realizar esta simbolización a través de la palabra, ese cúmulo de estrés o sobrecarga podría pasar al acto como un enojo desmedido produciendo una conducta inapropiada que podría generar una expulsión, por ejemplo, o expresándose en el cuerpo como una lesión o afección somática. Una vez más, revalorizamos el lugar que posee la posibilidad de poner en palabras aquello que sentimos”.
¿Cómo acompañar la lesión del deportista?
“Una vez acontecida la lesión, esta exige dejar la práctica deportiva por un determinado tiempo o inclusive para toda la vida, constituyendo una pérdida y, en ese caso, el tránsito de un duelo. Pero aun cuando no se trate de una lesión que determine el fin de la carrera deportiva, esta despierta ciertos temores y ansiedades sobre el futuro profesional y económico del deportista.“ ¿Podré recuperar mi nivel de juego?”, “¿qué pasará con mi contrato?”, “¿cómo quedaré después de la lesión?”. A veces, inclusive, puede llegar a poner en jaque su sentido de identidad: “¿y ahora qué hago?”, generado una merma en su confianza y estado de ánimo”.
“Aceptar la lesión no significa sentirse bien o estar de acuerdo con lo que ha sucedido, sino poder aprender a vivir con ello. Ya no nos preguntamos por qué a mí, sino para qué. Por supuesto que nadie elegiría conscientemente lesionarse. Sin embargo, una vez sucedida se nos presentan dos alternativas: o nos resignamos a aquello que es, o intentamos darle un sentido a ese dolor y sufrimiento”.
“A veces parecería que no hay ningún para qué, ningún atisbo de sentido en aquello que padecemos. Sin embargo, a veces el sentido se reconoce cuando miramos hacia atrás. Cuando logramos preguntarnos para qué, podemos encontrar múltiples sentidos propios, individuales, personales. A veces, la lesión nos permite encontrarnos con aspectos propios olvidados como la tristeza. Otras veces nos da la posibilidad de entrar en contacto con otros intereses. En otras oportunidades, nos ayuda a vincularnos de una manera diferente con el deporte o con otras personas. Incluso nos permite dejarnos ayudar, lo cual exige una actitud de humildad. Parecería que es mucho más sencillo entregar que recibir, sin embargo, permitirnos dejarnos ayudar en nuestros momentos de vulnerabilidad es reparador”.
“Edith Eger, en su libro La bailarina de Auschwitz (2017), cuenta que cuando, frente a sucesos dramáticos de nuestra existencia, nos preguntamos por qué, quedamos atrapados en la victimización, desligándonos de la responsabilidad que nos exige reaccionar frente a lo que nos sucede. Según la mirada que propone la autora, haya pasado lo que haya pasado en la vida, tenemos la libertad de decir “y ahora ¿qué?”. Eger propone un pasaje del victimismo a la resiliencia. En el victimismo la mirada está puesta en el pasado, en lo que pareció injusto y la pregunta es por qué a mí. Mientras que, en la resiliencia, la mirada está en el presente, en la aceptación emocional del destino y la pregunta es ¿y ahora qué?, la persona se hace cargo y responsable de intentar hacer algo bueno con la situación”.
“Las pérdidas se sienten como se sienten, lo importante será acompañar sosteniendo, favoreciendo la palabra y la emocionalidad para lograr la aceptación”.