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“Con Chaparrito fracasamos todos”; el lamento del padre Castricone sobre la muerte del chico de 17 años en barrio Tablada

Claudio Castricone, el párroco y referente de la comunidad del barrio La Tablada en Rosario que fue designado por el Papa Francisco como obispo auxiliar de la Diócesis de Orán, difundió este domingo un texto en donde reflexiona sobre el crimen del adolescente Chaparrito Maldonado de 17 años ocurrido este sábado en zona sur.

El referente católico, de extensa trayectoria en la misión social de la iglesia, se refirió a la dura niñez que vivió el chico, atravesada por la marginalidad y el delito.

“Su mamá es una mujer con discapacidad mental, que fue violada, y fruto de esa violación fue el nacimiento de Chaparrito. Su abuela era alcohólica y murió casi ciega; su bisabuela Irma se vio siempre sobrepasada por la situación; y una de sus tías, destruida por el consumo de drogas, fue la que lo introdujo desde muy chico (por eso lo de Chaparrito) en el delito y en el consumo”, señaló el cura.

Castricone luego se preguntó ¿por qué lo mataron? y además afirmó que “con Chaparrito fracasamos todos: la escuela que no lo supo contener dentro de sus aulas, la justicia y el IRAR que nos lo ayudó en su recuperación, las iglesias que no le supimos mostrar que le felicidad no está en el consumo de droga”.

El padre Castricone lamentó además que muchos –“incluso algunos que se llaman cristianos”– estén pensando «este ya no nos jode más» y reclamó “que ya no haya otro Chaparrito”.

Marcos Jeremías Maldonado fue asesinado de un disparo en la cabeza y su cuerpo fue encontrado el sábado a la mañana por vecinos del Fonavi de Isola y Abanderado Grandoli, en la zona sur.

El texto completo

Mataron a Chaparrito

En las noticias policiales de la ciudad de Rosario del sábado 20 de enero de 2024 decía que mataron a un joven de un disparo en la cabeza en barrio Grandoli.

Tenía unos 17 años, se llamaba Marcos, pero muy pocos conocen su nombre, porque se conoce el nombre de los famosos, pero generalmente de los pobres no se conoce su nombre, menos si es alguien que comete delitos, por eso a ese niño-adolescente lo conocíamos como “el Chaparrito”. Vivía en una cortadita, cerca de los pasillos del bajo Ayolas.

Por lo que sabemos, su mamá es una mujer con discapacidad mental, que fue violada, y fruto de esa violación fue el nacimiento de Chaparrito. Su abuela era alcohólica y murió casi ciega; su bisabuela Irma se vio siempre sobrepasada por la situación; y una de sus tías, destruida por el consumo de drogas, fue la que lo introdujo desde muy chico (por eso lo de Chaparrito) en el delito y en el consumo.

Algunos los vieron con apenas un añito de vida caminando solito por la colectora de la Circunvalación.

Con una de las Hnas. de la comunidad de Misioneras Eucarísticas de Nazaret, que tienen su casa en el barrio, nos preocupamos por lo mal que estaba su vivienda, donde vivían hacinados niños y mayores, con un baño –si así se le puede decir- donde los excrementos llenaban el lugar, ya que su pozo ciego ya estaba lleno. Aunque parezca mentira, no fue eso lo que más nos preocupó, sino que la instalación eléctrica eran unos cables sueltos que pasaban por las paredes y debajo del techo de chapas, por lo que en cualquier momento alguien podía morir electrocutado. Con un aporte del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia de Santa Fe, con el resto del dinero que aportó la Parroquia Nuestra Señora de Fátima y con la colaboración de unos albañiles que estaban trabajando en la parroquia, se le hizo nueva la instalación eléctrica de la casa.

Chaparrito no era el único menor que asolaba a los habitantes de barrio Tablada, pero a él lo caracteriza que salía a robar con su tía. En las noches era común verlo saltando tapiales o subiendo a los techos, con su tía de campana. Más de una vez algún vecino lo encontró robando en su casa y terminaba dándole una gran paliza.

Después de cumplir los 16 años fue llevado al IRAR (Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario), pero al salir siguió igual; el encierro solo no cambia a nadie.

¿Por qué lo mataron?: ¿porque quedó con deuda con un vendedor de droga?, puede ser; ¿porque estaba robando e hicieron justicia por mano propia?, puede ser. Tal vez no nos enteraremos nunca por qué lo mataron y quién lo mató.

Con Chaparrito fracasamos todos: la escuela que no lo supo contener dentro de sus aulas, la justicia y el IRAR que nos lo ayudó en su recuperación, las iglesias que no le supimos mostrar que le felicidad no está en el consumo de droga.

Para muchos era “Chaparrito, el raterito”; para Dios “Marcos, su hijo amado”.

Me preocupa algo: el temor de que muchos estén pensando: “este ya no nos jode más”, incluso que lo piensen algunos que se llaman cristianos. Y me queda una esperanza, que me lleva a comprometerme: que ya no haya otro Chaparrito.

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