¿El gobierno provincial le soltó la mano a la Iglesia Católica?: La tercerización de la fe y el giro evangélico de la Casa Gris
Enfoque teológico (La iglesia evangélica no considera como “cristianos” a los católicos) “Para el núcleo duro del evangelismo, el catolicismo no es una variante del cristianismo, sino una desviación doctrinal insalvable. La raíz del conflicto reside en la exclusividad del acceso a Dios: mientras el pastor predica que solo la fe en Cristo salva y que la relación es directa, observa con recelo la estructura sacramental católica, la veneración a los santos y, sobre todo, el culto a la Virgen María. A ojos de muchos sectores evangélicos, estas prácticas constituyen una forma de idolatría que pone intermediarios humanos y estatuas de yeso donde solo debería haber divinidad, convirtiendo al católico no en un hermano en la fe, sino en un alma atrapada en una religión de rituales vacíos que necesita ser evangelizada de nuevo.”
En la provincia de Santa Fe, históricamente, la relación entre el Estado santafesino y la Iglesia Católica fue un matrimonio sellado por la tradición y la fe, que atraviesa transversalmente a buena parte de una sociedad por demás conservadora. Sin embargo, bajo la administración de Maximiliano Pullaro, ese viejo pacto tácito y en delicado equilibrio parece haberse roto. La cruz sigue estando, pero las señales indican que los milagros ocurren ahora, en otros templos.
El gobierno provincial ha decidido con un pragmatismo, frío y calculador, tercerizar el credo y la contención social en manos de los pastores evangélicos, desplazando a la curia católica a un rol de incómodo espectador. No es una conversión espiritual; es más una transacción política. La cara visible para este nuevo dogma que nace, es la alianza inquebrantable entre el estado y el partido UNO, liderado por el pastor y diputado Walter Ghione. La ecuación es simple: la Iglesia Católica ofrece legitimidad institucional, en cambio los pastores evangélicos, brindan una “amistosa territorialidad”. En el barro de los barrios, el Estado ha convertido al pastor en ley, en referencia de fe y hasta en un puntero.

El desprecio que demuestra el gobierno de Santa Fe hacia la Iglesia Católica no se manifiesta en enojos o desaires públicos, sino en una sutil asfixia de su protagonismo con una meticulosa reasignación de la caja. Mientras los obispos santafesinos debieron oportunamente pedir audiencia para discutir la reforma constitucional y asegurar su estatus, la administración de Pullaro entregó las llaves de organismos críticos a sus nuevos socios como en el caso de APRECOD. Este favoritismo se tradujo en denuncias a causa del desvío de miles de millones de pesos a fundaciones para cumplir “supuestas” tareas de asistencia social. Cáritas y la Pastoral Social, que llevan décadas sosteniendo el trabajo solidario en los barrios rosarinos con monedas, observan atónitos cómo el “maná” del presupuesto cae ahora en los patios de las iglesias evangélicas.
El Ejecutivo provincial desde el mismo momento de la asunción al cargo, ha considerado a la Iglesia Católica como un gigante lento y a veces demasiado crítico con las gestiones de los gobiernos de turno, algo que lo incomoda bastante, por eso prefiere un evangelismo que se ha mostrado útil a su causa, al ser una religión más verticalista, pragmática y, sobre todo, eficaz tanto para movilizar votos, como para pacificar cárceles. Pullaro parece no buscar la bendición del Papa; le interesa mucho más lograr la eficiencia del control social. Al favorecer a los pastores, el gobernador le envía un mensaje claro al catolicismo: el poder ya no se inciensa en el altar mayor, sino que se negocia, micrófono en mano, en los templos de la periferia.
