Locomotora Oliveras: La campeona que el sistema político llevó a la lona

Alejandra “Locomotora” Oliveras fue mucho más que una boxeadora seis veces campeona mundial y una influencer con miles de seguidores. Era una historia viva de resiliencia: una mujer que surgió de abajo, peleó —literal y metafóricamente— contra todas las adversidades y se convirtió en un ícono popular. Sin embargo, su incursión en la política santafesina terminó siendo la pelea más desigual de su vida. No perdió en un ring: la derribaron un sistema político voraz, promesas incumplidas y el peso de ser usada como un simple peón en un juego que no perdona.
De ícono del deporte a pieza de un impiadoso tablero político
En 2023, Oliveras sorprendió al ingresar al Ministerio de Seguridad de la Nación bajo la gestión de Patricia Bullrich, con un rol en programas comunitarios y de prevención del delito. Su llegada no fue casual: era la pieza ideal para exhibir “mano dura con empatía”, capitalizando su carisma y la épica de una campeona del pueblo.
Alejandra defendió sin reparos al gobierno de Javier Milei y sus políticas de ajuste, incluso con frases polémicas sobre la salud pública —como su cuestionamiento a la gratuidad del sistema—, generando tanto críticas como apoyos. Pero su carrera política en Santa Fe no se definió en Nación: el verdadero desgaste comenzó cuando se convirtió en parte del tablero santafesino.

El plan de Unidos: promesas, votos y traición
Su llegada como Congresal Constituyente en Santa Fe fue orquestada por senadores de Unidos para Cambiar Santa Fe y avalada por el propio gobernador Maximiliano Pullaro. No la convocaron para representar ideas: la querían como un comodín, un voto más para garantizar que la reforma constitucional avanzara sin obstáculos.
Según fuentes que participaron de las negociaciones, se le prometió respaldo político, visibilidad y recursos para sostener su trabajo comunitario. Promesas que nunca se cumplieron. En la práctica, Oliveras fue tratada como una herramienta descartable: su popularidad sirvió para dar legitimidad a un proceso discutido, pero cuando exigió respeto y autonomía, las puertas se cerraron.
Presiones y un sistema que la asfixió
En las semanas previas a su jura, Oliveras fue víctima de un hostigamiento creciente. Dirigentes de Unidos y senadores que la habían impulsado le exigieron alinearse sin cuestionar, aceptar indicaciones y callar sus objeciones. La campeona, acostumbrada a pelear de frente, se negó a convertirse en marioneta.
“Querían usar su historia de lucha, pero sin tolerar que opinara”. Cuando dejó de ser funcional, la aislaron y la soltaron a su suerte”, confió un dirigente conocedor de las roscas internas. La presión no fue sólo política: cercanos a Oliveras afirman que su salud emocional y física se deterioró en medio de este fuego cruzado, dejándola al borde del colapso.

La víctima de un sistema voraz
La controversia sobre su residencia, la amenaza de impugnación a su jura y su abrupta salida no fueron hechos aislados: fueron parte de una operación para deshacerse de quien ya no servía a los intereses del poder de turno. Oliveras, que alguna vez se enfrentó a las mejores del mundo, terminó derribada por una maquinaria que no perdona a quienes no obedecen.
Su historia es el reflejo de un sistema político santafesino que se alimenta de figuras populares, las exprime y las descarta sin remordimientos. Unidos para Cambiar Santa Fe, con el gobernador Pullaro y un grupo de senadores a la cabeza, no solo fallaron en proteger a la mujer que ellos mismos impulsaron, sino que la empujaron deliberadamente a un estrés extremo, sin red de contención y con promesas rotas.
Hoy, mientras Santa Fe atraviesa por una nueva crisis política, está vez representada en la gestión actual y que es convenientemente maquillada por los medios afines, el nombre de Alejandra “Locomotora” Oliveras resuena como advertencia: una campeona del pueblo derribada por la ambición de un poder que la usó, la desgastó y la abandonó.