Tres de cada 10 empleados trabajan en la producción, pero la gran mayoría en servicios
Cerca de 20 millones de trabajadores están registrados en alrededor de 22 millones de puestos: más del 70% en actividades de servicios y el 27% restante en la producción de bienes.
Los datos corresponden a una investigación sobre la estructura productiva de la Argentina realizada por Daniel Schteingart, Pablo Sonzogni, Gisella Pascuariello para argendata.fundar.
El informe reporta que, de acuerdo con la última información oficial disponible, que data de 2022, el 72,5% del empleo lo generaron las actividades de servicios y el 27,5% restante las productoras de bienes.
Dentro de los servicios, la rama más importante es el comercio (17,7% del empleo total, equivalente a 3,9 millones de puestos de trabajo).
Luego se ubican salud y servicios personales (12,3%) y enseñanza (10,2%).
Dentro de los bienes, sobresalen la industria manufacturera (11,8%), la construcción (8,2%) y agro y pesca (6,4%), considerando todas las categorías ocupacionales, desde el empleo asalariado registrado, no registrado hasta el no asalariado (como el cuentapropismo).
En Argentina, en promedio, los servicios son más intensivos en trabajo que los bienes. Es por ello que explican más del empleo (72,5%) que del PIB (63,3%).
Estructura productiva y laboral
La estructura productiva de un país determina los sectores económicos que predominan y, por ende, dónde y en qué tipo de trabajos las personas pueden encontrar empleo.
En Argentina, el empleo en servicios es hoy superior al de los bienes.
A su vez, y a tono con la estructura del PIB, las ramas intensivas en innovación explican menos del 10% del empleo, lo que indica que hay mucho por avanzar.
La estructura productiva y el empleo son relativamente simétricos. En 2023, los servicios dieron cuenta del 63% del PIB1. En tanto, los bienes explicaron el 37% restante.
Dentro de los servicios, se destacan el comercio (19,9%) y las actividades inmobiliarias, profesionales y empresariales (11%).
En los bienes, sobresale la industria manufacturera (19,4%) y el agro (6,9%), seguidos por la construcción (4,7%) y el petróleo y la minería (4,6%).
En los empleos, tanto dentro de los bienes como dentro de los servicios hay heterogeneidades considerables.
Por ejemplo, dentro de los servicios, el doméstico explica el 7,4% del empleo, pero menos del 1% del PIB. Es la actividad más intensiva en trabajo de toda la economía.
En contraste, servicios como los inmobiliarios y profesionales, dan cuenta de más del 11% del PIB pero menos del 8% del empleo.
Dentro de los bienes ocurre algo parecido. El petróleo y la minería explican menos del 1% del empleo total, pero representan el 4,2% del PIB.
En cambio, la construcción explica el 8% del empleo, pero no llega al 5% del PIB. Esta es una de las típicas ramas intensivas en trabajo.
Tendencias en los últimos 70 años
En 1950, los bienes explicaban el 56% del empleo y los servicios el 44%. Tanto el agro como la industria representaban alrededor de un 25% del empleo total cada uno.
Durante la segunda mitad del siglo XX, el agro perdió relevancia en el empleo y hacia principios de la década de 1990 representaba menos del 10% del total.
Esta retracción se asoció a la pérdida de participación en el PIB y al aumento de la productividad (que redujo la mano de obra requerida por producto).
Por su parte, la industria manufacturera alcanzó un máximo de 27% de participación en el empleo en 1958 y, a partir de ese momento, comenzó un descenso sostenido, que contrasta con el desempeño económico del sector, el cual alcanzó un pico de participación en el PBI para mediados de la década de 1970.
Esta divergencia se explica por la importancia creciente que tuvieron las ramas más capital-intensivas (como la siderurgia, la metalmecánica y la química) en las décadas de 1960 y 1970.
La fuerte suba del peso de los servicios en el empleo estuvo motorizada principalmente por los empresariales y gubernamentales.
La información y comunicación, los servicios profesionales, científicos y técnicos y los servicios administrativos se encuentran dentro de los servicios empresariales, que ganaron peso desde mediados de la década de 1970 y pasaron del 4% en 1974 al 10% en lo que va del siglo XXI.
Es resultado del impulso del cambio tecnológico y la creciente cantidad de graduados universitarios.
En tanto, los servicios gubernamentales ganaron peso desde fines de la década de 1950, pasando del 13% al 26% entre 1960 y 2018. Se incluyen la administración pública, la salud y la educación.
⏩En Argentina hay alrededor de 22 millones de puestos de trabajo que emplean a cerca de 20 millones de personas. Más del 70% de los empleos son en actividades de servicios: el 27% restante en la producción de bienes.👇🏽 pic.twitter.com/cubeg1TFvB
— argendatafundar (@argendatafundar) July 24, 2024
Educación y salud
El creciente desarrollo de la infraestructura educativa y de salud, más el aumento de empleo en la administración pública y las fuerzas de seguridad, explican esta tendencia.
En Argentina, en 2019 (antes de la pandemia), los bienes y servicios intensivos en tecnología explicaron el 8,5% del empleo total, cifra es similar a las de Brasil y Colombia y muy inferior al promedio de la OCDE (14,7%).
El peso de las ramas intensivas en tecnología en el empleo es menor que en el PIB (11,9%), debido a que son ramas de mayor productividad relativa que los bienes y servicios de menor intensidad tecnológica.
La estructura productiva comprende el entramado de actividades económicas que contribuyen a la producción de bienes y servicios de un territorio y resulta fundamental en el desarrollo de los países, ya que influye en el crecimiento a largo plazo.
En las últimas décadas, los países que crecieron más aceleradamente, como los del Este Asiático, fueron los que lograron diversificar su estructura productiva.
Particularmente, se especializaron en actividades de mayor intensidad tecnológica y con mayor dinamismo exportador.
En Argentina, los servicios explican más del 60% del valor agregado de la economía, una participación menor que en los países desarrollados y mayor que en los países de ingresos bajos.
Los servicios comprenden a actividades muy diversas, y los hay de alta y baja calificación.
Dentro de los primeros destacan los servicios profesionales y técnicos, mientras que dentro de los segundos sobresalen el comercio, la gastronomía y el trabajo en casas particulares.
Los servicios de alta calificación que se asocian con mayores niveles de desarrollo económico representan el 36% del PIB argentino, notablemente por debajo del piso de 55% de participación que registran en países como Estados Unidos, Reino Unido y Francia.
La preponderancia de los servicios no se replica en el comercio exterior.
Desde la década de 1970, los bienes han constituido aproximadamente el 84% del comercio internacional argentino y, en consecuencia, mantienen una importancia crucial en la estructura productiva local.
Baja intensidad tecnológica
Argentina tiene una estructura productiva de baja intensidad tecnológica respecto a los países desarrollados. Este factor puede haber condicionado sus posibilidades de crecimiento a largo plazo.
Las actividades intensivas en investigación y desarrollo (I+D) representan el 11,9% del PIB argentino, una cifra similar a la de países como Brasil, Chile y Sudáfrica, pero menor al promedio de los países de la OCDE (19,6%) y la media mundial (18,5%).
Existen muchas formas de agrupar a los sectores productivos. Una muy sencilla es separar a los sectores que fabrican bienes de aquellos que producen servicios. Es decir, separar aquellos cuyo fin son los productos físicos tangibles y almacenables, de aquellos trabajos enfocados en las actividades, beneficios o satisfacciones intangibles.
Desde 1900, el PIB argentino se multiplicó por más de 30 veces. Pero no todos los sectores crecieron al mismo ritmo. Electricidad, gas y agua y petróleo y minería fueron las dos ramas de mayor expansión, multiplicando su producción por casi 2000 y 500 veces respectivamente entre 1900 y 2022.
Esto se explica porque, en 1900, la difusión de la electricidad era, tanto en Argentina como en el resto del mundo, mínima.
A su vez, el rol del petróleo dentro de la matriz energética mundial y local era por entonces incipiente y la minería sería marginal en Argentina hasta la década de 1990.
En contraste, el agro fue la rama de menor crecimiento (multiplicó por casi 13 entre 1900-2022): pasó de explicar el 20% del PIB en 1900 a menos del 10% en las últimas décadas. Esta pérdida de importancia relativa del agro ha ocurrido en todos los países del mundo que fueron desarrollándose y urbanizándose en los últimos dos siglos.
En Argentina, se extendió entre 1900 y principios de la década de 1970, momento a partir del cual el PIB agropecuario volvió a crecer a un ritmo similar al total, estimulado por cambios tecnológicos.
Salto industrial
La producción industrial se multiplicó por 49 veces entre 1900 y 2022 y amplió su protagonismo dentro de la economía.
Medida en pesos constantes de 2004, pasó del 12,8% del PIB en 1900 al 20% en 2022.
No obstante, hay dos grandes etapas en dicha trayectoria: hasta 1974, la tasa de crecimiento de la producción industrial fue sistemáticamente superior a la media de la economía y, desde entonces, tendió a ser menor.
El sector servicios creció a un ritmo similar al promedio de la economía desde 1900, con importantes diferencias al interior del mismo.
El PIB de transporte y comunicaciones fue el más dinámico de todos los servicios, multiplicándose por más de 140 veces.
Esto se explica por el desarrollo de la infraestructura de transporte del país (principalmente, ferroviaria, caminera y aérea) y del parque automotor. También influyó el auge de las telecomunicaciones desde la década de 1980.
Otra rama de servicios de alto dinamismo relativo fue finanzas, cuyo PIB se multiplicó por 88 entre 1900 y 2022.
Durante buena parte del siglo XX, el PIB de este sector creció por encima de la economía, de la mano del incremento demográfico, del poder adquisitivo de la población y del crecimiento de la infraestructura bancaria y crediticia.
No obstante, desde la década de 1970 este sector tuvo grandes fluctuaciones.
Durante 1976-1981, en plena política de liberalización financiera de la última dictadura militar, tuvo un boom, seguido de un repliegue luego de la crisis de la deuda de 1982.
Algo similar ocurrió durante la década de 1990 (nuevo boom) seguido de una gran contracción con la crisis de 2001-2002.
El subsector “otros servicios” representa en Argentina el 36% del PIB y el 60% del total de los servicios, niveles menores a la mayoría de los países desarrollados.
A menudo se habla de categorías como “bienes” o “servicios” como si fueran un todo homogéneo. Lo cierto es que dentro de estos sectores hay importantes heterogeneidades en productividad, innovación, adopción tecnológica, calificación del empleo y salarios.
I+D
Una forma de captar dicha heterogeneidad consiste en dividir a los bienes y servicios en dos grupos: aquellos intensivos en investigación y desarrollo (I+D) y aquellos que no lo son.
Para ello, se tomó una versión adaptada de la clasificación que utiliza la OCDE (Galindo-Rueda y Verger, 2016).
A partir de esta, se divide a los bienes y los servicios según intensidad tecnológica, tomando en cuenta cuál es el gasto en I+D relativo a las ventas de cada sector.
Dentro de los bienes intensivos en I+D se encuentran algunas ramas industriales, como química, farmacéutica, maquinarias, electrónicos o equipos de transporte, entre otros.
En contraste, bienes como los agropecuarios, el petróleo, los minerales, los de industrias tradicionales (como alimentos o textiles) o la construcción son de baja intensidad en I+D.
Por su parte, dentro de los servicios intensivos en I+D están el software y algunos servicios profesionales y técnicos.
El resto de los servicios, como el comercio, el transporte, la gastronomía o los administrativos, entre otros, son de baja intensidad en I+D.
En Argentina, las ramas intensivas en I+D explican el 11,9% del PIB. Esta cifra es mucho menor que en el promedio de la OCDE (19,6%) y que el promedio mundial (18,5%) y similar a la de países como Chile, Sudáfrica o Brasil.
Los países que mejor puntúan en esta métrica son Irlanda (36,6%) y aquellos del Este Asiático que registraron procesos de muy rápido crecimiento en las últimas décadas, tales como Corea del Sur (30,6%), Singapur (28,7%) y Taiwán (28,1%).
En tanto, en países de ingresos bajos como Camboya o Laos esta cifra no llega al 5%.