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Asoma Llaryora: El peronismo detrás de un nuevo liderazgo

Sergio Alcázar

El peronismo se encuentra en reconstrucción a causa de los errores propios incurridos y de las malas praxis propiciadas por la propia dirigencia y que llevaron al partido a un estadio de desencanto para un sector de su militancia, y puntualmente desde que se produjo la coaptación de parte del kirchnerismo del espacio, se generó un evidente rechazo hacia la fuerza política desde una parte de la sociedad argentina. La grieta lo potenció todo, aunque en realidad fue el PJ quién se alejó de sus dogmas doctrinarios, sus ideales y principios, por ende, en las últimas elecciones pago demasiado caro en las urnas las consecuencias de ese desapego con su historia.

Javier Milei es un outsider que odia a la política, que hizo una inteligente lectura del malhumor social con la dirigencia partidaria toda a raíz de las recurrentes promesas incumplidas en las distintas gestiones de gobierno y le vino como “anillo al dedo” haberle acertado al mote de “casta” que fue dirigido a los políticos en general, principalmente, a los que tienen una visión distinta a la propia. A partir de allí el libertario construyó un personaje que la gente compró, aunque conviene la aclaración, lo hizo más como una secuela lógica de la grieta y de esos amores y odios que no se negocian, que por las virtudes ofrecidas por el economista mediante las cuales podría garantizar alguna idoneidad probada para ocupar tan importante cargo. Milei no mintió, está haciendo lo que anticipó con vehemencia durante la campaña.  “Yo lo voté y cuando uno vota a un loco tiene que estar sometido a las locuras que hace ese loco”, supo decir en la semana, en forma de valiente confesión pública, el diputado provincial Dionisio Scarpin al respecto.

“Al peronismo le faltan líderes para este momento”, fue la contundente frase que compartió con este medio un histórico ex legislador nacional del justicialismo santafesino cuando se le pidió que hiciera una lectura de la actualidad partidaria. El PJ esta carente de dirigentes probos, valientes y dispuestos a timonear este presente tan complejo y más aún con tanto descreimiento existente con la política. Solo Leandro Santoro parece representarlo dignamente en el concierto capitalino, caprichos del destino que un “radical alfonsinista” sea el que levanté el guante para dar la cara por el partido que hizo grande el general Juan Perón.

Martín Llaryora tomó la posta dejada por Juan Schiaretti en el gobierno de la provincia de Córdoba.

Del resto de los dirigentes del PJ podríamos citar a Axel Kicillof, el propio Sergio Massa, hoy en cuarteles de invierno, y hasta Guillermo Moreno entraría en esta consideración, más que nada por la simpática puesta en escena que imprime a cada una de sus apariciones, aunque ninguno de ellos representa a la totalidad del imaginario colectivo del espacio. “El que quiera conducir con éxito tiene que exponerse; el que quiere éxitos mediocres, que no se exponga nunca; y si no quiere cometer ningún error, lo mejor es que nunca haga nada”, dijo el líder del peronismo- allá lejos- en el tiempo, y algo de eso evidentemente está pasando en un partido que hizo del movimiento nacional popular la razón de su existencia.   

Una de las frases más célebres de Albert Einstein nos advertía que “hay una gran oportunidad en cada crisis”, y la oportunidad que se vislumbra en el peronismo de cara al futuro parece tener el GPS puesto rumbo a la provincia de Córdoba, el gobernador Martín Llaryora ha emergido por “virtudes propias” como un nuevo referente para un partido que esta obligado a salir del “hastió y desgaste” que ha producido en la fuerza el permanente “espiral” inconducente que ha llevado a reciclar siempre los mismos nombres al momento de la necesaria representación partidaria a nivel nacional. “El peronismo ya no enamora porque nos olvidamos de la gente por estar ocupados mirándonos nuestros propios ombligos”, fue el fuerte mea culpa que compartió con este portal un veterano dirigente del PJ rosarino.

El fenómeno Llaryora hay que entenderlo desde la capacidad que demuestra con sus acciones para generar política, y quizás sus formas tienen un hilo conducente con las maneras con las cuales Juan Perón se relacionó con sus pares a su regreso a la Argentina en los años setenta. El abrazo con el eterno rival político, Ricardo Balbín y la proclama hecha himno por el propio mandatario que “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”, lo acercan mucho al camino que adoptó para sí y que transita desde siempre el actual gobernador de Córdoba.

El actual gobernador cordobés mantiene un fuerte enfrentamiento con el presidente Javier Milei.

Ni el gallego de la Sota, ni Schiaretti contaron en el comienzo de sus gestiones con el elevado perfil nacional que hoy ostenta el actual mandamás cordobés. El oriundo de San Francisco fue inteligente en su obrar, meditó en todo momento los pasos a seguir, primero brindó su apoyo a Javier Milei, algo que es políticamente correcto y luego fue tomando postura del lado de la defensa de su provincia y se distanció del libertario cuando los hechos lo exigían. Aquella frase “pituquitos de Recolecta” con la que criticó a Larreta y Cía., en tiempos de campaña instaló su nombre en el contexto político nacional y a partir de ese instante su figura adquirió una proyección impensada, que inexorablemente, lo catapulta hacia el futuro.  Llaryora sabe muy bien que hoy las urgencias son con la gente de su provincia, si hace bien las cosas en casa, lo otro llegará solo, como un resultado lógico de los buenos actos que pueda propiciar con el correr del tiempo.   

Los exabruptos y las permanentes faltas de respeto del presidente hacia el gobernador cordobés después del fracaso de la Ley Ómnibus escalaron a niveles inverosímiles, Llaryora entendió que “la pelea que se viene será en un escenario real y no en el submundo de las redes sociales”. Como si fuera Sun Tzu en el arte de la guerra, el gobernador lleva la diputa con el libertario al territorio donde hará valer la diferencia a su favor, porque será en las calles y en las casas donde la clase media empezará a sentir fuertemente el brutal ajuste impuesto por el gobierno. Una encuesta por estos días confirmó un crecimiento en la imagen positiva del gobernador en desmedro de una pérdida de apoyo a la figura del presidente en la provincia mediterránea. De premios y castigos parecer ser que viene la cosa…

En un complejo contexto nacional donde la crisis económica licua impiadosamente los ingresos de la gente, Martín Llaryora debido a los desmedidos ataques del presidente a su persona decidió “subirse al ring” y no son pocos los que afirman, que ya no se bajará de la lucha. Como dicen en la tribuna futbolera lo inmediato que viene para su mandato será “cueste lo que cueste” por la defensa de las causas de su provincia contra el permanente atropello del gobierno central. Ni un ejercito de trolls, ni la quita de subsidios para el transporte y la educación amedrentarán la postura del cordobés, aseguran confiados desde su entorno.

El gobernador tiene previsto redoblar la apuesta contra la beligerancia del presidente y pretende hacerlo insistiendo fuertemente con sus reclamos para cobrar la abultada deuda que mantiene Nación con la Caja de Jubilaciones de Córdoba. “Tu tiempo es hoy”, cantaría el flaco Spinetta. En un peronismo que luce huérfano en el rubro de liderazgos, Llaryora se presenta como una interesante alternativa por ser un dirigente joven, de fuerte personalidad que lleva consigo una propuesta federal, inclusiva, atractiva y aggiornada a estos tiempos. El PJ deshoja la margarita de su destino y quizás sin buscarlo, encontró su candidato. En la liturgia peronista hay un apotegma que nadie niega y que todos respetan; “lo único que no se perdona en el peronismo, es la derrota”, y justamente esa es una materia que Martín Llaryora tiene- por demás – de aprobada

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