Claudia Masin: “La palabra tiene un gran poder de daño pero también de reparación”
La Feria Internacional del Libro de Rosario 2023 tendrá lugar en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, desde el miércoles 2 y hasta el sábado 12 de agosto, con entrada libre y gratuita.
En ese marco, la poeta chaqueña, Claudia Masin se presentará el próximo sábado 5 de agosto, a las 19 horas, para presentar su último libro, La mujer maravilla y yo, junto a Paula Jiménez España.
Claudia nació en Resistencia, Chaco, en 1972. Es escritora y psicoanalista. Vive en Córdoba desde hace más de dos años y coordina talleres de escritura. Publicó once libros de poesía, dos antologías de su obra, un libro de ensayos y una edición de su Poesía Reunida, llamada La desobediencia. Libros suyos se han publicado en España, México, Brasil y Chile. Su libro La vista ha obtenido por unanimidad el Premio Casa de América de España en 2002. Además, el libro Abrigo ha obtenido una mención del Fondo Nacional de las Artes en 2004 y Lo intacto ha obtenido un premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina en 2017. De esta manera, hace años, se ha convertido en una de las poetas argentinas más destacadas.
Sobre cómo fue el proceso de escritura del libro La mujer maravilla y yo, que vendrá a presentar a la Feria del Libro, cuenta: “El libro comenzó a escribirse en el verano de 2021, a partir de un momento personal crítico ligado a una crisis física y psíquica asociado a su vez a una revisión de la historia familiar. Esa revisión surge de una de esas revelaciones que aparecen en las familias, hasta entonces mantenida en secreto por muchos años. Esto hizo que algo implosionara y me llevara a cuestionar los efectos del silencio y del ocultamiento. El libro tiene que ver con una necesidad de decir lo (hasta ese momento) callado, y también con la constatación de la existencia de la familia autocreada, es decir, de aquella que no depende de los lazos de la sangre, sino de los lazos de afecto y cuidado construidos a lo largo de la vida, principalmente con las mujeres que en mi historia han acompañado y reparado en la medida de lo posible los estragos que la familia de origen habían dejado en mí como residuo, como sedimento. Esos estragos que te alejan de tu potencia vital, de tu potencia creativa”.
En este libro está muy presente el dolor. Además de escritora, es psicoanalista, entonces la palabra es el material de su trabajo. Para ella, la palabra tiene un enorme poder de daño y a su vez un enorme poder de reparación. “Son las mismas palabras que nos fueron dichas en el comienzo, en la niñez, basadas en los mandatos, en los prejuicios, en el miedo, en la violencia, las que retornan en la poesía, pero transformadas en una posibilidad de cura en relación a esas ‘pestes’ que nos fueron inoculadas tan temprano. Las palabras -reconvertidas, transformadas por efecto de la operación poética- de alguna manera curan de lo que ellas mismas hicieron, porque las palabras mismas son actos que afectan al cuerpo, que pueden definir el curso de un destino, o más bien hacernos creer que existe algo así como un destino que no hay posibilidad de cambiar a través de la fuerza y el empuje de nuestro deseo. En ese sentido, la palabra poética para mí es liberación del dolor”.
Acerca del escenario actual de la poesía, la autora lo ve con una gran vitalidad. “Creo que más que nunca las voces de las mujeres y las disidencias están refrescando el aire, renovándolo, trayendo nuevos discursos, nuevos modos de articular experiencias que hasta ahora no tenían palabras. Por fin, hace ya unos cuantos años, quienes no teníamos una voz o la teníamos de un modo marginal, ahora nos hemos ganado, a fuerza de terquedad y persistencia, un lugar en un espacio -como todos- tradicionalmente patriarcal. Tener la palabra es tener el poder, y quienes manejan los discursos dominantes manejan el poder. La poesía de hoy para mí se alza como discurso contrahegemónico frente a este discurso del poder, que es un discurso de odio, violento, que tiende a anular lo diferente, que viene a decirnos que la salida es personal, que no hay posibilidad de construcción colectiva”, sentencia.
“Como dice la extraordinaria poeta Robin Myers (estadounidense, pero ahora residente en nuestro país) la poesía busca hacer contacto, establecer un lazo personal y colectivo, y con ello de alguna manera repara los agujeros del lazo social auspiciosos para esos poderes a quienes les conviene que nos pensemos solos e impotentes y no creemos espacios colectivos de expresión y de resistencia”, indica.
Sobre las expectativas de participar en la Feria del Libro de Rosario y la importancia de la existencia de estos espacios, la escritora menciona que para la poesía en particular es fundamental la existencia de estos. “Es notorio en los últimos años que la poesía ha empezado a ocupar mucho más espacio en las programaciones, lo cual se condice con la convocante que ha llegado a ser”, valora.
“Durante la pandemia y después, como una necesidad de la especie humana que en los momentos de crisis y de terror se vuelven a aquello que puede brindar un consuelo, un reparo frente a la devastación. Ya dije que la poesía tiene este aspecto reparador que no necesariamente existe en la literatura en general, nos liga a nuestros orígenes, emociones y experiencias compartidas: el deseo de vivir una vida más feliz, menos sometida a la fealdad y a la injusticia, nos ofrece un espejo que nos refleja como especie, pero a la vez nos plantea un condicional, un “y si…?”: ¿y si las cosas no estuvieran dadas, si no existiera nada dado de antemano, si todo fuera una construcción que es posible modificar, si fuera posible otra manera de ver el mundo, más atenta, más compasiva, más sabia, más conectada con les otres, con lo otro, no solo con la propia especie sino también con las otras, con la tierra que habitamos? Que existan lugares como las ferias, los festivales y las lecturas resulta muy concordante con el modo de circulación primordial de la poesía: el cuerpo a cuerpo, la voz, la posibilidad concreta de encontrarnos, no la escritura ni la lectura solitaria del libro. Son espacios de encuentro y de celebración”, afirma.
La poesía, para Claudia Masin, es una manera de establecer una conversación con los demás, de conectarse con otras personas, de acompañar y estar acompañada. “Como digo en un poema y en un libro de ensayos, de curar y ser curados. No recuerdo el primer libro que leí, pero sí el primer libro que me cambió la vida. A los 15, 16 años, La vida tranquila de Marguerite Duras en traducción de Alejandra Pizarnik, me abrió la cabeza y el corazón a nuevas formas de relación con el lenguaje”.
Actualmente, está trabajando en la escritura de una novela de no ficción ligada a su lugar de origen, Resistencia, a partir de un proyecto en el que la invitaron a participar. “Estoy indagando de forma empírica en las relaciones posibles entre prosa y poesía y en los lugares híbridos, donde ambas conviven y – con suerte- se enriquecen la una a la otra”, finaliza.