Las redes pierden cada vez más lo de sociales y viven por el entretenimiento
La pregunta aparece en un foro de Quora en 2016: “¿Las redes sociales están muriendo?” Todos los años la misma duda y esta vez no fue la excepción.
Aunque el panorama hoy parece contundente, la respuesta está más enfocada en los puntos de quiebre que se dan en las grandes plataformas: desde sus economías y legitimidad pública, hasta plagiarse funciones y las formas de interacción.
¿Qué pasó en 2022? Por primera vez en su historia, ni siquiera con el escándalo de Cambridge Analytica en 2018, Meta tuvo pérdidas: de un 1% en los ingresos del segundo trimestre y en la cantidad de usuarios activos mensuales de su tanque Facebook, que pasaron de 2.936 a 2.934 millones. Meses más tarde despidió a 11.000 personas y todavía no logra hacer despegar a su metaverso.
Twitter ahora es de Elon Musk, quien echó a casi dos tercios de su fuerza laboral (que era de 7.500 trabajadores) y ejerce un mando narcisista, donde navegan en un vaivén sus decisiones unilaterales sobre el futuro de esa red. Instagram sigue siendo la vidriera de influencers, pero hoy busca identidad y los medios especializados dicen que entró en su “flop era” (referido a algo o alguien que tuvo un pico de relevancia y lo perdió).
Las generaciones más jóvenes empezaron a elegir a la app francesa BeReal con su apuesta por las fotos “sin filtros”, que sumó 53 millones de descargas en 2022. Pero aún mantiene un tiempo ínfimo en el uso diario (solo el 9% de usuarios de Android la abre todos los días) y no tiene un modelo de negocio.
¿Se puede hablar del fin de las redes? “No estoy de acuerdo con la consigna ‘muerte de las redes sociales’ así como discrepo con la proclamada (e incumplida) profecía de la ‘muerte de la tv’. Las personas y las sociedades se relacionan con las tecnologías de la información de modos diversos, cambiantes y con ritmos lentos”, opinó a Télam Martín Becerra, investigador del Conicet.
“La adopción masiva de una tecnología de búsqueda de contenidos como el motor de Google, de contacto con afectos como Facebook, de breaking news como Twitter o de mensajería instantánea multimedia como WhatsApp no se abandona de la noche a la mañana, porque los efectos de red consolidados en esas plataformas desincentivan la deserción de los usuarios, aún cuando éstos sepan que hay abuso de los términos y condiciones de explotación de sus datos por parte de las compañías que gestionan esas redes sociodigitales”, sostuvo el especialista.
Consideró que el hecho de que no haya deceso de las redes no significa que éstas muten, que ocupen un significado diferente en las prácticas y en la experiencia de las miles de millones de personas que las usan.
Mientras tanto, las conexiones orgánicas se pierden entre publicaciones motorizadas por algoritmos que buscan optimizar lo viral o promocionar publicidades, y que muchas veces dejan al descubierto discursos de odio. El contacto con personas se empezó a reducir espacios más privados, como las comunidades en Discord (un servicio de mensajería por chat y voz), y a un WhatsApp que sigue arrasando en los chats (lo usan más de 2 mil millones de personas en más de 180 países, y se intercambian a diario más de 100.000 millones de mensajes).
“En la era de la sobreinformación donde reina la infinitud del contenido, los usuarios buscan formar o unirse a comunidades en donde puedan compartir con otras personas sus pasiones e intereses. Nos estamos alejando de las redes sociales como alcance y amplitud y, en cambio, nos estamos moviendo hacia el uso de nichos y profundidad”, expresó a Télam Natalia Alfonso, analista de cultura digital.
La especialista citó como ejemplo el crecimiento mantenido de Discord, que sumó más de 350 millones de usuarios activos mensuales y más de 19 millones de servidores semanales activos.
“Hay que tener en cuenta que estos espacios digitales cerrados pueden ser, también, peligrosos. Según el informe anual de Facebook, el contenido que está creciendo cada vez más son las publicaciones de los grupos, que representan ahora el 19,6% de los feeds de los usuarios, frente al 17,8% de hace un año. Hasta acá es un dato interesante, pero no olvidemos que la toma del Capitolio de Estados Unidos surgió de un grupo cerrado de Facebook”, describió Alfonso.
Más allá de lo social hay otro punto de quiebre en las big tech. Para Becerra tanto la economía de las compañías de Internet como la legitimidad de la que gozaron hasta hace unos años acusan deterioro, en parte porque las expectativas de crecimiento ilimitado no se produjeron y porque la confianza de sus usuarios decae, lo que obviamente impacta en la reputación y en el modelo de negocios de las plataformas.
“Además, al calor de abusos en el tratamiento de datos personales de miles de millones de personas usuarias, así como de numerosas arbitrariedades y casos de censura privada sin derecho de apelación que afectan derechos de libre expresión y de no discriminación, varios países están modificando sus regulaciones legales relativas a competencia económica, moderación de discursos y protección de privacidad y datos personales, lo que también erosiona la base de ingresos de algunas de las big tech”, completó.
¿Qué pasó con los contenidos? Para Juan Marenco, CEO de la agencia Be Influencers, el cambio más importante de este año fue el crecimiento sostenido y explosivo de TikTok, no solo como plataforma sino como concepto donde un algoritmo empieza a definir qué vemos y qué no, y la cantidad de seguidores pasa a ser algo que pasa a segundo plano.
“Pero no solo eso trajo TikTok, sino una intención de volver a lo más real y una crítica sostenida al modelo aspiracional y perfecto que propuso Instagram y que hoy está en crisis”, completó.
Para Alfonso, las redes sociales hoy siguen batallando por la atención de los usuarios y tendrán el desafío de entender de la mejor manera esa economía, con el menor impacto posible sobre la salud mental de las personas, especialmente para adolescentes y jóveNES.
Fuente: Télam